Té para dos
—¡Estoy lista para mi aventura de cumpleaños, abuelita! —exclamó Emilia—. ¿A dónde vamos?
—Ya lo verás. Pero necesitarás esto —la abuela le entregó a Emilia una caja grande. La niña rasgó el papel de regalo, abrió la caja y se sorprendió—. ¿Un vestido?
La abuela asintió.
—Te verás tan linda. Ve a cambiarte, hijita.
Emilia se puso el vestido y muy emocionada siguió a su abuela al automóvil. Después de un corto viaja, la anciana dijo:
—Ya llegamos.
—¿Esta es una mansión? —preguntó Emilia mientras subían por las gradas hacia la puerta principal.
La abuela sonrió.
—Es una mansión. Hace mucho tiempo, distintas familias tuvieron aquí su hogar. Ahora es un salón de té.
—¿Por eso estamos tan bien vestidas? —inquirió Emilia. La abuela asintió. Una vez que estuvieron adentro, la niña susurró—. Todo se ve tan elegante. Y hay tanto silencio.
Una mujer vestida con un vestido negro largo les dio la bienvenida.
—Buenas tardes. Mi nombre es Raquel. ¿Cómo las puedo ayudar?
—Mi nieta y yo tenemos una reservación.
—Debes ser Emilia, la cumpleañera. Déjame decirte que te ves como una princesa con ese vestido tan bonito —Raquel sonrió—. Por favor, síganme —la mujer las guio hacia su mesa—. Veo que han pedido el té de cumpleaños para dos con almuerzo. ¡Excelente elección! Traeré primero su té.
—Raquel es tan amable —comentó Emilia—. Sí me siento como una princesa con mi vestido y con todas las cosas lindas que hay aquí.
—Bueno, Emilia, ya sea que estés aquí, en la cancha de fútbol o en cualquier otro lugar, sí eres una princesa —aseguró la abuela. La niña se veía confundida—. Eres hija del Rey de reyes —afirmó—. Dios es tu Padre celestial.
—Y, como Él es Rey sobre todas las cosas, ¿eso me hace una princesa?
—Así es. La Biblia nos dice muchas veces que somos hijos de Dios porque confiamos en Jesús. Él murió por nuestros pecados, para que podamos ser perdonados y formar parte de la familia de Dios.
Mientras Emilia meditaba en esas palabras, Raquel regresó con una tetera que tenía pintados unos capullos de rosa de color amarillo. Ella sirvió el té de la niña.
—¿Te gustaría con azúcar o con miel?
—Miel, por favor —indicó Emilia.
—Dulces para la dulce princesa.
Los ojos de la niña brillaron al ver a su abuela.
—Raquel, ¿puedo decirte algo? No es este vestido elegante el que me convierte en una princesa. ¡Soy una princesa porque soy una hija de Dios, que es el Rey de reyes!
—Eso se nota —Raquel sonrió—. ¡Yo también soy una hija de Dios!
LYNDA BOUCHER
LOS CRISTIANOS SON HIJOS DE DIOS
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 1:12
PERO A TODOS LOS QUE LO RECIBIERON, LES DIO EL DERECHO DE LLEGAR A SER HIJOS DE DIOS, ES DECIR, A LOS QUE CREEN EN SU NOMBRE.
¿Eres un hijo o hija de Dios y un miembro de Su familia? Cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo, nos convertimos en hijos de Dios. Como Sus hijos, nuestro Padre nos da el Espíritu Santo para guiarnos y ayudarnos en nuestro caminar con Él. Si todavía no has puesto tu confianza en Jesús, hazlo hoy mismo, y te convertirás en un hijo o una hija del Rey. (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).
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