Sin secretos
Isabel se veía preocupada cuando entró en la sala. “Mamá dice que vas a tener una cirugía en tu espalda”, le dijo a su papá.
El padre asintió. “Sí, me ha dolido la espalda por mucho tiempo. El médico dice que una antigua lesión está causando el problema. Hace algunos años fui embestido por una cabra”.
“¿Embestido por una cabra?”, preguntó Isabel. “¿Cómo sucedió?”
“Mi abuelo siempre tenía animales y uno de ellos era un viejo macho cabrío malvado. El abuelito tenía una cerca muy alta alrededor del patio donde podía estar el chivo y me advirtió que no fuera allá. Bueno, un día, mientras pateaba una pelota de fútbol, cayó en ese patio. En lugar de pedir ayuda, creí que podría sacar la pelota yo solo. Entré en el corral de la cabra y, antes de que pudiera salir, el animal me derribó”.
Isabel se sorprendió. “No creí que ser embestido por un cabrito podría hacerle tanto daño a una persona”.
“No era un cabrito”, aseguró su padre. “Era un animalejo malvado y era fuerte. Tenía grandes cuernos y podía golpear muy fuerte”. Papá hizo un gesto negativo con la cabeza al recordar. “Me quedó un enorme moretón y estuve adolorido por mucho tiempo, pero no le conté a nadie lo que sucedió porque tenía miedo de que me castigaran. El abuelo nunca se enteró”.
“¿Y eso es lo que te está causando todos estos problemas?”, preguntó Isabel. “Si le hubieras contado a alguien cuando pasó, ¿podía haber hecho algo el médico para que no tuvieras problemas con la espalda ahora?”
“Nunca lo vamos a saber, pero es posible”, admitió el padre. “Yo creía que, si no se lo contaba nadie, podría ser mi secreto, pero me olvidé de que no existen secretos para Dios. En el Salmo 44:21 dice que dios conoce los secretos de nuestros corazones. Por un tiempo, parecía que me había salido con la mía en mi desobediencia, pero no fue así. Es un buen recordatorio de que el pecado tiene consecuencias y no quedará escondido para siempre”.
Papá hizo una mueca al cambiar de posición en su silla e Isabel le llevó una almohada. “Nunca es bueno esconder el pecado, ¿verdad?”, preguntó.
“No”, contestó su padre. “Es por eso que debemos confesar nuestros pecados a Jesús de inmediato. Él nos perdonará y nos ayudará a lidiar con las consecuencias”. — AGNES G. LIVEZEY
CONFIESA TUS PECADOS DE INMEDIATO
VERSÍCULO CLAVE: JEREMÍAS 17:10
YO, EL SEÑOR, ESCUDRIÑO EL CORAZÓN… PARA DAR A CADA UNO SEGÚN SUS CAMINOS.
¿Tratas de esconder las cosas malas que haces, creyendo que nadie se va a enterar? Eso nunca funciona en verdad. Aun si nadie en la tierra se entera, Dios sabe todo lo que pasó. No puedes esconder nada de Él. Confiesa tus pecados a Jesús cuando hagas algo malo. Aun si tuvieras que enfrentar las consecuencias, Él te perdonará y te ayudará a soportarlas.
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