Sin engaños
—Hombro con hombro, y después hay que doblarlo —recitó Gustavo al doblar la última camiseta de la canasta de ropa. El niño levantó la mirada cuando su padre entró en la cocina y puso varias bolsas del supermercado en el mesón. —¡Hola, papá! —saludó—. Mamá todavía no ha llegado del trabajo, pero yo comí un bocadillo y ya hice todas mis tareas —dijo mientras daba palmaditas a la ropa que había doblado.
—Qué bien —afirmó su padre—. ¿Cómo te fue en la escuela?
—Bien —contestó Gustavo—. No tengo tareas, entonces, ¿puedo ir a la casa de Darío?
Después de dar una mirada a la ropa que su hijo había doblado, el padre levantó una camiseta y la examinó.
—¿De dónde sacaste esta ropa?
—De la lavandería —respondió Gustavo.
Papá frunció el ceño e hizo un gesto negativo.
—La canasta con la ropa limpia está en el pasillo. Tú sacaste tus calcetines de ahí esta mañana, ¿recuerdas?
—¡Oh, no! —se lamentó el niño—. ¿O sea que perdí el tiempo doblando ropa sucia? —Gustavo miró la canasta—. Ni siquiera me di cuenta de que la ropa no estaba limpia. No se ve sucia. Solo por esta vez, ¿podemos guardar esa ropa sin decirle a mamá?
Su padre soltó una carcajada.
—¿En serio piensas que ella no se dará cuenta? —él negó con la cabeza—. Hijo, cuando tratamos de esconder las cosas que hemos hecho mal, solo nos engañamos a nosotros mismos.
—Engañamos —repitió Gustavo —. Ayer hablamos de eso en la iglesia. El señor Felipe leyó un versículo que dice algo sobre engañarnos a nosotros mismos. Dijo que eso es lo que hacemos cuando tratamos de convencernos de que algo malo que hayamos hecho no es tan malo y que realmente no es pecado.
Papá asintió.
—A veces logramos engañarnos a nosotros mismos y a otras personas, pero jamás podríamos engañar a Dios. Por esa razón, nunca deberíamos tratar de esconder nuestro pecado. Debemos confesárselo a Jesús y pedirle que nos perdone.
Gustavo suspiró.
—Bueno, supongo que no era pecado doblar la ropa sucia, pero guardarla para engañar a mamá sí sería pecado —aseguró mientras veía una pequeña mancha en una de las camisetas que había doblado—. No podría engañarla por mucho tiempo, de todos modos. Será mejor que lleve esta ropa de nuevo a la lavandería y doble la ropa de la otra canasta. ¿Me ayudas?
—Claro que sí —expresó papá con una sonrisa—, si tú me ayudas a guardar las compras. — PATRICIA LOCASCIO
NO TRATES DE ESCONDER TU PECADO
VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 1:8
SI DECIMOS QUE NO TENEMOS PECADO, NOS ENGAÑAMOS A NOSOTROS MISMOS Y LA VERDAD NO ESTÁ EN NOSOTROS.
¿Has tratado de decirte a ti mismo que algo malo que has hecho está bien? A veces es fácil convencernos de que contar una mentira blanca o tener envidia de alguien no es tan malo, pero estas cosas no dejan de ser pecados. No trates de esconder tu pecado, engañándote a ti mismo y fingiendo que está bien. Confiesa tus ofensas a Jesús. Él promete que te perdonará y te limpiará para darte un nuevo comienzo.
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