Siervos de todos

Elena refunfuño cuando sus padres se estacionaron en la tienda de artículos de segunda mano de Misión Mundial.  “¿Por qué tenemos que trabajar aquí hoy?  ¡Nunca tienen algún trabajo importante para nosotros!  Lo único que hacemos es clasificar juguetes y ropa.  ¡Qué aburrido!”

“Hija”, indicó su padre, “recuerda que trabajamos para Dios, no para nosotros mismos.  Todo el dinero que obtiene esta tienda con sus ventas está destinado para ayudar a las personas en todo el mundo a oír las buenas nuevas de Jesús”.

Mamá asintió.  “¡Muchas personas ni siquiera han oído de Jesús!  Qué maravilloso debe ser tener una Biblia en su propio idioma”.  Elena suspiró y se bajó del automóvil.

Noelia y Cristina, dos niñas de la iglesia de Elena, ya estaban en la parte posterior de la tienda, clasificando los zapatos.  “¡Hola, Elena!”  Noelia sonrió con mucho ánimo.  “¡Ven a ayudarnos!”

“Mira estos zapatos”, rio Cristina mientras sostenía unos tacones color naranja extremadamente puntiagudos.  “¡Jamás me pondría algo así!  ¡Ay!”  Las otras niñas estuvieron de acuerdo.  El resto de las horas pasaron rápidamente mientras las familias agrupaban los artículos y clasificaban la ropa para la primavera.

La señora Sara, quien era la administradora de la tienda, aplaudió encantada.  “¡Todos hicieron un trabajo espectacular!  No creo que hubiéramos podido terminar todo esto sin su ayuda”.

Elena notó cómo la señora Sara caminaba cuidadosamente, examinado todo el trabajo que habían realizado.  Recordó que su mamá le había dicho que orara por la señora Sara porque se había lesionado la columna.  La niña podía darse cuenta de que la señora Sara sentía dolor, pero aun así tenía una gran sonrisa en su rostro mientras pronunciaba palabras de ánimo y agradecimiento para el grupo de la iglesia.

De camino a casa, Elena mencionó a la señora Sara con sus padres.  “Sí, es asombroso todo lo que hace esa mujer a pesar de su dolor”, expresó mamá, pensativa.

“Eso me hace acuerdo de ese versículo que dice: ‘El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir’”, afirmó papá.  “A pesar de que es Dios, Jesús nos sirvió a todos al morir por nuestros pecados.  La señora Sara está haciendo el sacrificio de servir, para que más personas pueden conocer a Jesús como su Salvador”.

“¡Sí!  Lamento mucho haberme quejado cuando empezamos a trabajar.  Quiero ser como la señora Sara y como Jesús, una sierva de todos”.  Elena sonrió.  “Y, de hecho, ¡fue muy divertido ver todos esos zapatos tan raros!”  — SAVANNAH COLEMAN

SÉ UN SIERVO O SIERVA DE JESÚS

VERSÍCULO CLAVE: MARCOS 10:45

PORQUE NI AUN EL HIJO DEL HOMBRE VINO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR, Y PARA DAR SU VIDA EN RESCATE POR MUCHOS.

¿Alguna vez has sentido que el trabajo que haces para Dios es insignificante?  No todo lo que hacemos para Dios será algo “grande”.  Cuando Jesús vino a la tierra, se hizo siervo de todos y murió por nuestros pecados, a pesar de que es el Hijo de Dios.  ¡Hasta lavó los pies sucios de sus discípulos!  Nada de lo que hagamos para Él es demasiado pequeño.  Sirve al Señor con gozo al servir a los demás en cualquier tarea que Él te asigne.

Clave de Hoy
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