No hay lugar
“Reyna, ¿qué te parecería tener una compañera de habitación por unos días?”, preguntó mamá cuando recogió a su hija de la escuela. “El pastor Rolando está buscando lugares donde se puedan quedar por un tiempo los niños Pérez mientras su madre está en el hospital. Pensé que quizá podríamos acoger a Mónica”.
Reyna refunfuñó. “¡No, mamá! Ella va a querer seguirme a todos lados”.
Esa noche, la familia de Reyna leyó parte de la historia de Navidad durante el devocional familiar. “Imaginen la decepción de José cuando pedía una habitación y el mesonero lo rechazó”, comentó su padre mientras cerraba la Biblia. Luego oró para que tengamos cuidado de no hacer lo mismo.
Reyna meditó en esas palabras cuando se acostó para ir a dormir. En su mente, casi podía oír al mesonero decir: “Lo siento. ¡No hay lugar!” Mientras la niña trataba de dormir, no podía sacarse esa frase de su cabeza. “¡No hay lugar! ¡No hay lugar! ¡No hay lugar para el Hijo de Dios!”, pensó. “¡Qué terrible!” Entonces las palabras de un versículo de la Biblia hicieron eco en su mente: “En verdad les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños, a Mí lo hicieron”. Trató de olvidar esas palabras, pero no podía. “Quizá dejar que Mónica comparta mi habitación es como ofrecerle un lugar a Jesús”.
Al día siguiente, cuando Reyna se sentó a desayunar, le sonrió a su madre. “¿Le dijiste al pastor Rolando que nos envíe a Mónica?”, preguntó.
Mamá negó con la cabeza. “Todavía no”.
“Bueno, digámosle”, señaló Reyna. “Sé que es mucho más pequeña que yo, pero necesita un lugar dónde quedarse y quizá pueda ayudarla para que se olvide de sus problemas por un tiempo”.
Su madre sonrió. “Me alegra que lo hayas decidido, pero ¿qué te hizo cambiar de opinión?”
“Pensé en el mesonero de anoche”, expresó Reyna. “No quiero cometer el mismo error que él”.
“¿El mesonero?”, preguntó mamá. “Oh, ¿el que no tenía una habitación para Jesús?”
Reyna asintió. “Me di cuenta de que Jesús quiere que yo haga un lugar para Mónica esta Navidad. Ya que recibí a Jesús en mi vida al poner mi confianza en Él, ahora quiere que yo también reciba a otros. Y no quiero rechazar a ninguno de ellos”. – BARBARA J. WESTBERG
PRACTICA LA HOSPITALIDAD
VERSÍCULO CLAVE: MATEO 25:40
EL REY LES RESPONDERÁ: ‘EN VERDAD LES DIGO QUE EN CUANTO LO HICIERON A UNO DE ESTOS HERMANOS MÍOS, AUN A LOS MÁS PEQUEÑOS, A MÍ LO HICIERON’.
¿Has hecho lugar en tu corazón para Jesús? ¿Lo has invitado a tu vida? Si pones tu confianza en Jesús, Él moldeará tu corazón para que puedas mostrar Su amor y hospitalidad a otros. Quizá haya alguien a quien Él desea que hagas un lugar en tu vida, como una persona mayor que está sola, o un compañero de clase que necesita un amigo. Al mostrarles hospitalidad, les demuestras el amor de Jesús.
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