Manzana Acaramelada
Emocionada, Rosa caminó con su primera bicicleta desde la tienda hasta el automóvil.
—Le pondremos las rueditas de entrenamiento cuando lleguemos a la casa —indicó su padre mientras metía la bicicleta en la parte trasera de la furgoneta—. También te ayudaré para que aprendas a montarla.
—¡No necesito rueditas de entrenamiento! Puedo montar bici yo sola —aseguró Rosa—. Le llamaré Manzana Acaramelada porque es roja —la niña sonrió—. Como no puedo tener un caballo, voy a fingir que mi bicicleta es un caballo —declaró al imaginarse montando a toda velocidad por su vecindario.
Tan pronto como llegaron a la casa, papá sacó la bicicleta antes de entrar en la casa.
—Ya regreso —dijo mientras Rosa caminaba con la bici hacia la vereda frente a la casa. Impaciente, la niña no esperó a su padre. Puso un pie en un pedal y se lanzó; levantó el otro pie, pero empezó a voltearse a un lado.
En ese momento llegó papá, quien agarró el manubrio descontrolado.
—Parece que necesitas un poco de ayuda con este potro salvaje —bromeó—. ¡So, Manzana Acaramelada!
—Papi, no puedo mantener el equilibrio. Creo que sí necesito rueditas de entrenamiento después de todo.
—Me parece que tienes razón —afirmó su padre—. Llevemos la bicicleta al garaje para ponerlas.
Después que papá instaló las rueditas de entrenamiento, Rosa se subió emocionada nuevamente en la bici. Al inicio pedaleó muy lentamente, pero luego empezó a ir cada vez más rápido.
—¡Mira, papi! —gritó—. ¡Puedo montar en bicicleta!
Más tarde, Rosa y su padre se sentaron en las gradas junto al patio de su casa para comer rebanadas crujientes de manzana.
—Gracias por ayudarme con la bici —expresó la niña.
—Con gusto —papá le sonrió—. Querías empezar a montar sola la bicicleta, pero te diste cuenta de que necesitabas la ayuda de tu padre. Necesitabas que yo te pusiera las rueditas de entrenamiento. A veces también soy así.
Rosa se veía sorprendida.
—¿Tú necesitas rueditas de entrenamiento?
—No —papá sonrió—. Pero a veces estoy muy ocupado, tratando de resolver mis problemas por mí mismo, y me olvido de que necesito la ayuda de mi Padre celestial. Dios nos ama tanto que envió a Su Hijo, Jesús, a morir por nosotros. Eso significa que a Él le importa todo lo que vivimos —él apuntó a la bici—. Deja que Manzana Acaramelada te recuerde que tu Padre celestial quiere ayudarte también con cada uno de tus problemas.
DEAN A. FOWLER
DEPENDE DE TU PADRE CELESTIAL
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 121:2
MI AYUDA VIENE DEL SEÑOR, QUE HIZO LOS CIELOS Y LA TIERRA.
¿Qué problema estás tratando de manejar por ti mismo? ¿Bajas calificaciones? ¿Alguien te está molestando? ¿No te llevas bien con los miembros de tu familia? Pídele ayuda a tu Padre celestial, y después confía en que Él te mostrará qué hacer. Tal vez tengas que estudiar más, ser más amable con la gente o buscar ayuda de un adulto. Dios te ama y le importan tus problemas. Depende de Él para buscar ayuda.
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