Limpio por dentro

“¡Mamá!”, gritó Eliza.  “¡Javier no sale del baño!”  La niña golpeó la puerta con los puños.  “¡Él pasa más tiempo acicalándose que yo!”

Después de mirar su cabello una vez más en el espejo, Javier abrió la puerta.  Eliza estaba ahí, esperada.  El niño hizo un gesto burlón, empujó a su hermana y la insultó en voz baja antes de salir corriendo.

Entonces vio una camioneta estacionada frente a la casa vecina.  Su vecino, Fausto, era estudiante universitario y había salido a lavar y pulir las flamantes latas del automóvil negro.  “Hola, Javier”, saludó el vecino.  “¿Cómo te va?  Estoy puliendo la camioneta de mi papá, y tengo que ir a la tienda para comprar más cera.  ¿Quieres acompañarme?”

“¡Sí!”, exclamó Javier.  “Todavía no me he subido en la camioneta nueva”.

Después de pedirle permiso a su mamá, el niño regresó y abrió la puerta de la camioneta para subirse en el asiento del pasajero.  Apenas la abrió, cayó basura a la calle.  Javier la recogió y quiso entrar al vehículo, pero el asiento estaba sucio con papeles y botellas vacías de refrescos.  “Solo empuja esas cosas para que puedas sentarte”, le sugirió Fausto mientras se subía al lugar del conductor.  El niño así lo hizo, pero sintió mucho asco al darse cuenta de que se había sentado en un caramelo derretido.  Se alegró mucho cuando al fin volvió a su casa.

“Entonces, ¿te gustó la camioneta nueva?”, preguntó su madre.

Javier hizo una mueca.  “Me parecía tan genial hasta que la vi por dentro.  ¡Es un chiquero!”

“Se parece a ti”, comentó Eliza, que seguía enojada con su hermano.  “Te miras tan engalanado por fuera, pero por dentro eres malo y feo”.

“¡Basta, hija!”  Mamá miró a Eliza con molestia.  “Yo me encargo de esto”, indicó.  La niña subió a su habitación, enojada, y la madre se dirigió a Javier.  “Eliza tiene razón en algo.  La Biblia nos dice que lo que realmente vale para Dios es cómo somos en el interior.  Puede que estemos acicalados y bien vestidos, pero si hay un chiquero en nuestro corazón, seremos exactamente como esa camioneta, ¿no crees?”

Javier asintió y reflexionó en la forma que actuó en la mañana.  “Voy a pedirle perdón a Eliza”, expresó.

“Muy bien”, afirmó mamá.  “Y también pídele perdón a Jesús.  Cuando Le confesamos nuestros pecados, Él nos perdona y nos limpia por dentro”.  —  DEBRA A. VAN DYKE

CUIDA TU LIMPIEZA POR DENTRO Y POR FUERA

VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 1:9

SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONARNOS LOS PECADOS Y PARA LIMPIARNOS DE TODA MALDAD.

¿Le pones mucho cuidado a tu apariencia exterior?  Es bueno que te arregles y te veas bien, pero no descuides tu corazón.  ¿Hay algún chiquero en tu vida que debas limpiar?  ¿Una mentira que hayas contado a tus padres? ¿Una palabra grosera que hayas dicho a un compañero de clase?  Confiésalo delante de Jesús; Él te perdonará y te limpiará.  Y después pide perdón a cualquier persona que hayas ofendido.  Cuida tu limpieza por dentro y por fuera.

Clave de Hoy
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