Las moneditas de Luciana
Luciana cerró su mochila y avanzó dando brincos hacia la salida de la biblioteca. Siempre le habían encantado los libros y la excursión de ese día con su clase significaba que finalmente podía sacar su propio carné para la biblioteca.
Mientras Luciana esperaba para sacar unas cuántas novelas, una mujer mayor conversaba con la bibliotecaria sobre volver a sacar un libro. No tenía dinero suficiente para pagar las multas por no haber devuelto el libro a tiempo, así que la bibliotecaria le explicó que tendría que devolverlo. La niña quería ayudar y buscó unas monedas en su mochila.
—Aquí tiene —le dijo Luciana, entregándole veinte centavos, todo el dinero que tenía en su mochila.
—Gracias, querida —la mujer sonrió a la niña—. Pero temo que no es suficiente para cubrir mi multa.
La bibliotecaria miró a Luciana por un momento y después estiró la mano para recibir las monedas.
—Está bien —indicó—. Si solamente paga parte de su multa, puede sacar un libro.
La mujer sonrió.
—¡Ahora puedo terminar de leer mi libro!
Emocionada por tener la oportunidad de ayudar, Luciana compartió la historia con sus amigas, mientras caminaban de regreso a la escuela.
—Son solo veinte centavos, Luciana. No es para tanto —respondió Edén, dejándola sola.
El gozo de Luciana se desvaneció. «Supongo que no fue nada especial, después de todo», se dijo a sí misma.
—Luciana, ¿estás bien? —le preguntó el señor Segovia cuando regresaron a la clase.
—Bueno, estaba feliz, pero ahora… ya no tanto.
La niña le explicó a su maestro cómo había querido ayudar a la anciana de la biblioteca. Después agregó que Edén le había recordado que esa cantidad tan pequeña de dinero no era tan importante.
—Luciana, tú ya pusiste tu confianza en Jesús para que perdone tus pecados, ¿verdad? —le preguntó el señor Segovia. La niña asintió—. Bueno, cuando confiaste en el Señor, Él te dio el Espíritu Santo, que está trabajando en tu vida para hacerte más como Jesús. Él te ha dado el deseo de servir a otros. Eso es lo que hiciste hoy, y lo hiciste con gozo. Diste todo el dinero que tenías para ayudar a esta mujer. Realmente fuiste de bendición para ella.
Luciana sonrió.
—Gracias, señor Segovia —ella caminó hacia su escritorio—. Esta noche pondré más monedas en mi mochila para poder ayudar a otra persona la próxima vez que visite la biblioteca.
ALLISON WILSON LEE
UN POCO PUEDE HACER LA DIFERENCIA
VERSÍCULO CLAVE: LUCAS 21:3 (NTV)
«LES DIGO LA VERDAD —DIJO JESÚS—, ESTA VIUDA POBRE HA DADO MÁS QUE TODOS LOS DEMÁS».
¿Alguna vez te has preguntado si puedes hacer la diferencia? Cuando comenzamos una relación con Jesús al confiar en Él para el perdón de nuestros pecados, nos unimos al Señor en el trabajo que Él realiza en la tierra. Ya sea que tengas poquito o un montón, puedes demostrar el amor de Dios a los demás y darle gloria. Lo que hace la diferencia no es cuánto tengas, sino el amor y la fe que demuestres en tu vida, mientras el Espíritu Santo trabaja en tu corazón. Eso es lo que a Dios le importa.
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