La vasija de barro
Camisha echó un vistazo a su alrededor y en silencio caminó por su apartamento. No quería que su mamá viera el pequeño paquete que llevaba. Avanzó en puntillas por el pasillo hasta llegar a su habitación… pero ahí estaba su madre, poniendo la ropa recién lavada y doblada en la cama de la niña.
“Hola, hija”, saludó mamá. “¿Qué tienes ahí?”
“Hola, mamá. Este… yo…” Camisha suspiró. “Se supone que este era tu regalo por el Día de la Madre, pero no me salió bien. No lo vas a querer. Créeme. Está… ¡está feo!”
“Quizá deberías dejar que yo lo decida”, opinó su madre, extendiendo su mano. “¿Puedo verlo?” Camisha le entregó un objeto envuelto en varias capas de papel de seda. Mamá desenvolvió el regalo y encontró una pequeña vasija hecha de barro. Estaba un poquito dispareja y un pedacito se había roto del borde. Su pintura azul estaba veteada en algunos lugares. “Seguramente la hiciste en tu clase de arte en la escuela”, afirmó la madre, sonriendo mientras sostenía la vasija en alto. “¡Me encanta!”
“Solo lo dices para hacerme sentir mejor”, balbuceó la niña.
“No es cierto”, aseguró mamá. “Me encanta porque tu la hiciste y porque me recuerda a uno de mis versículos favoritos en la Biblia”.
“¿En serio? ¿Cuál versículo?”, preguntó Camisha.
“Segunda a los Corintios 4:7. Ese versículo dice que nuestros corazones son vasos de barro, es decir, humildes e imperfectos. Pero agrega que tenemos un gran tesoro: la luz de la salvación de Dios que brilla en nuestros corazones”.
La madre salió a un pequeño balcón donde cultivaba rosales en maceteros, tomó un puñado de las bellas flores amarillas con bordes rosados, y las puso cuidadosamente en la vasija de barro. Los pétalos aterciopelados cubrieron el borde resquebrajado. Mamá llevó la vasija a la cocina y agregó un poco de agua antes de ponerla en el umbral de la ventana.
“¡Guau! ¡Qué diferencia hacen las flores!”, exclamó Camisha, sorprendida.
“Así como la diferencia que Jesús hace en nuestros corazones”, indicó su madre. “Esta pequeña vasija con flores será un recordatorio de la luz que Jesús nos da y será de ánimo permitir que otros vean Su luz en mi vida”. — LINDA HENTSCHEL
LA LUZ DE DIOS NOS HACE HERMOSOS
VERSÍCULO CLAVE: 2 CORINTIOS 4:7
PERO TENEMOS ESTE TESORO EN VASOS DE BARRO, PARA QUE LA EXTRAORDINARIA GRANDEZA DEL PODER SEA DE DIOS Y NO DE NOSOTROS.
¿Alguna vez te has sentido como una vasija de mano hecha a mano, es decir, un poquito dispareja, resquebrajada y, en general, imperfecta? Bueno, de cierta manera eres así. Pero recuerda que, si confías en Jesús como tu Salvador, Él ha puesto la luz de Su Espíritu Santo en tu corazón. Él hace una enorme diferencia en tu vida. Cuando confías en Él, Su luz brilla en ti para que puedas reflejar Su amor y belleza a los demás.
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