La trampa para monos

—Oye, ¿quieres un mono de mascota? —le preguntó un día a Antonio su amigo Obi.

—Claro que sí, pero ¿cómo podré atrapar uno? —preguntó el niño. Él y sus padres acababan de llegar al África como misioneros.

—Es fácil. Lo atrapas —explicó Obi, entregándole a Antonio una calabaza—. Primero tienes que haces un agujero en esta calabaza, lo suficientemente grande para que un mono pueda meter la mano por ahí —él supervisaba mientras Antonio trabajaba—. Muy bien —continuó Obi—, ese es un buen tamaño. La calabaza es hueca por dentro, así que ahora pondremos un poco de fruta ahí. Después la amarramos a una rama en un árbol, a las afueras de la aldea.

—No lo entiendo —admitió Antonio—. ¿Cómo puede funcionar? Aun si un mono mete la mano en la calabaza para sacar la fruta, ¿qué evitará que se salga con la suya? ¿La trampa no tiene que encerrarlo o algo así?

Obi negó con la cabeza.

—Cuando el mono tenga la fruta en su puño, la pata no podrá salir por el agujero. Si tan solo la soltara, podría escapar, pero usualmente los monos no hacen eso. Supongo que quieren tanto la fruta que se aferran, a pesar de que eso signifique que alguien los va a atrapar.

La trampa estuvo lista en poco tiempo. Los niños caminaron al árbol que Obi había elegido y amarraron la calabaza a una rama.

—Listo. Mañana temprano probablemente tendrás un mono.

Antonio regresó a su casa y le contó a su madre cómo los monos eran tan mensos que se aferraban a la fruta, en lugar de soltarla y escapar de ser atrapados. Mamá rio.

—¿Sabías que yo también solía ser así de mensa?

—¿En serio? —Antonio estaba sorprendido.

—Quería algunas cosas —explicó su madre—. Una casa bonita, ropa linda, un buen automóvil, un patio con pasto. Quería aferrarme a estas cosas. No quería renunciar a ellas para venir acá, a pesar de que tu papá y yo sentíamos que Dios nos estaba llamando a vivir en África. Pero el Señor me ayudó a soltar esas cosas al mostrarme que ya tenía algo mucho mejor: una relación con Él y la promesa de la vida eterna. Nunca había sido tan feliz como lo soy aquí, en África, compartiendo las Buenas Nuevas de Jesús con las personas que conozco.

Antonio miró a su alrededor, a su nuevo hogar, y sonrió.

—Dios realmente quiere lo que es mejor para nosotros, ¿verdad, mamá?

Su madre asintió.

—Así, es la verdad.

HAZEL W. MARETT

AMA A DIOS, NO A LAS POSESIONES

VERSÍCULO CLAVE: COLOSENSES 3:2

PONGAN LA MIRA EN LAS COSAS DE ARRIBA, NO EN LAS DE LA TIERRA.

¿Qué cosas quisieras tener con todo tu corazón? ¿Buenas calificaciones? ¿Cosas caras? ¿Dinero? No es malo que desees esas cosas, pero no dejes que se conviertan en una trampa que te distrae de lo que en verdad importa. Si conoces a Jesús, ya tienes lo mejor de todo: vida eterna con Él. Así que no fijes tu corazón en las cosas de este mundo. Más bien, debes estar dispuesto a soltarlas mientras confías en que Dios te dirige para que vivas en Su voluntad.

Clave de Hoy
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