La sombrilla abierta

Cuando Diego salía de la casa de Cosme para ir a su casa, la mamá del niño le entregó una bolsa grande de papel.  “Aquí hay algunas cosas que tu madre puede agregar a su venta de garaje mañana”, indicó.

“Gracias”, contestó Diego, tomando la bolsa y empezó a andar por la calle.  Después de caminar un poco distancia, el niño sintió que algo golpeaba su cara.  ¡Una gota de lluvia!  En poco tiempo comenzó a llover más fuerte.  “¡Oh, no!”, se quejó.  “Voy a llegar empapado”.  Comenzó a correr, pero la bolsa de papel se mojó y se rompió, derramando todo su contenido en el piso.  Diego recogió todo rápidamente, acomodó todo en sus brazos y corrió el resto del camino a casa, deteniéndose varias veces para levantar objetos que se resbalaban de su agarre.  Se alegró cuando finalmente llegó a su casa.

“Diego, ¡estás empapado!”, exclamó su madre.  “¿Y qué es todo eso que estás cargando?”

“Son cosas que la mamá de Cosme envió para la venta de garaje”, explicó Diego, dejando caer su carga mojada en la mesa.  “Ni siquiera sé qué es todo lo que hay.  Veamos… Aquí hay un libro, unos zapatos y una…”  Diego se detuvo en seco y quedó viendo la mesa, donde yacía una sombrilla verde en perfectas condiciones.

Mamá rio.  “¿Quieres decir que cargaste ese paraguas todo el camino a casa, en la lluvia, sin abrirlo?”

Diego se ruborizó.  “Ni siquiera pensé en usar la sombrilla”, dijo con una sonrisa.  “Solo pensé en el paraguas como algo que tenía que cargar”.

El niño entró en su habitación para cambiarse con ropa seca.  Cuando regresó, su madre quedó mirando la sombrilla, pensativa, mientras la secaba con una toalla.  “¿Sabes?”, indicó.  “Dios ha usado este incidente para hacerme ver algo que no estoy utilizando como debería: mi Biblia.  Esta sombrilla debe estar abierta para que sirva de algo, y lo mismo sucede con mi Biblia.  Tengo que leerla para aprender sobre Jesús, para recibir el consuelo y el aliento que Él quiere darme a través de Su Palabra.  Pero no la he estado abriendo mucho últimamente”.

“Sí, yo tampoco”, admitió Diego.

“¿Qué tal si leemos unos versículos juntos ahora mismo?”, sugirió su madre.

“Claro”, respondió Diego antes de ir por su Biblia.  — SHERRY L. KUYT

LEE TU BIBLIA REGULARMENTE

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 19:10 (PDT)

SUS ENSEÑANZAS VALEN MÁS QUE EL ORO PURO; SON MÁS DULCES QUE LA MIEL RECIÉN SALIDA DEL PANAL.

¿Tienes una Biblia?  ¿Qué tan frecuentemente la abres?  Debes abrir y leer tu Biblia para que esta te ayude.  Permite que Dios te hable a través de Su Palabra.  Él quiere ayudarte a entender Su amor por ti y lo que Jesús hizo para salvarte.  El Señor quiere consolarte en los tiempos difíciles y animarte mientras confías en Él y Lo obedeces.  Tómate el tiempo cada día para ver lo que Dios te quiere decir.

Clave de Hoy
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