La lata de café
“Cierra los ojos, Ernesto, y dime qué olor es ese”, indicó Aria. Su hermano hizo lo que su hermana le dijo y la niña sostuvo unos papeles bajo su nariz.
Ernesto olfateó con cuidado. “Café”, contestó, haciendo una mueca. El niño abrió los ojos y miró qué era. “¡Guau! ¡Pensé que tenías una taza de café en tu mano! ¿Cómo es que esos papeles huelen a café?”
“Los guardé en esta lata de café”, le contó Aria, levantando una lata grande de aluminio.
“Qué mal”, se quejó su hermano. “¡Ahora esos papeles huelen mal!”
Aria lo miró, sorprendida. “¿No te gusta el olor a café?”
“¡Por supuesto que no!”, exclamó Ernesto. “¿A ti sí?”
“No me gusta su sabor… Papá me dejó probarlo una vez y es horrible, ¡pero me encanta el olor!” Aria acercó los papeles a su nariz y respiró profundamente.
“¡Guácala!”, expresó Ernesto. “Aleja eso de mí”.
Su padre, que estaba trabajando en su computadora en la esquina de la habitación, levantó la mirada. “Puede ser difícil deshacerse de los olores fuertes, como el café”, aseguró. “Al menos a Aria le gusta ese olor, así que puede seguir usando la lata de café para guardar sus cosas”.
Ernesto arrugó la nariz. “No entiendo cómo a alguien puede gustarle ese olor”.
“Eso me recuerda a un pasaje de la Biblia”, comentó papá. “En el libro de Segunda a los Corintios, Pablo dice que las vidas de quienes han sido salvados por Jesús son como una dulce fragancia que se eleva a Dios. Pero para quienes no conocen a Jesús, no es una fragancia, sino un hedor. Debido a que no están dispuestos a admitir que son pecadores, la verdad que Jesús murió en la cruz por sus pecados es como un mal olor, en vez de ser uno bueno”.
Aria asintió. “Una de mis amigas solía reírse de mí cuando le hablaba de Jesús, ¡pero después puso también su confianza en Él!”
“Sí”, afirmó su padre. “Cuando Dios obra en el corazón de una persona, Él puede abrirlo a la fragancia de Su amor. Por eso debemos seguir compartiendo Su amor con los demás y orando por ellos, para que puedan oler el dulce aroma de Jesús en nuestras vidas”. — HOLLY F. CEPEDA
LOS CRISTIANOS SON LA FRAGANCIA DE JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: 2 CORINTIOS 2:15
FRAGANTE AROMA DE CRISTO SOMOS.
¿Sabías que los cristianos somos la fragancia de Jesús? Él nos llena con Su amor, para que los demás sean atraídos al dulce aroma de Su salvación. Pero para algunos, la realidad del pecado es una verdad que no desean creer y se alejan como si percibieran un mal olor. Pero Dios puede cambiar cualquier corazón. Sigue mostrando Su amor a quienes no Lo conocen y ora para que Él abra sus corazones a Su dulce aroma.
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