La flor morada
Una tarde soleada, Kayla y sus padres decidieron salir a caminar por el bosque. Cuando se mudaron a la granja, papá había aclarado un camino que daba la vuelta al bosque que quedaba en la parte trasera de su propiedad.
A Kayla le encantaba caminar en el bosque con sus padres. Ella solía quedarse quieta y asimilar los sonidos y los olores del bosque. Era siempre tan pacífico y hermoso.
Al dar vuelta en una curva del sendero, algo captó la atención de Kayla:
—Mamá, papá, ¡vengan a ver esto! —los llamó.
Madre y padre caminaron hacia donde Kayla se encontraba. En el suelo, rodeada de un montón de hojas y palos, había una brillante flor morada.
—Guau, esa flor estaba bien escondida —comentó papá.
Mamá asintió.
—Si no te hubieras detenido ahí, no la habríamos visto.
—Es demasiado linda para dejarla ahí escondida. ¿Puedo cortarla y llevarla a casa? —preguntó Kayla.
Su madre revisó su teléfono para asegurarse de que estaría bien si la cortaban y después Kayla arrancó cuidadosamente la flor y la sostuvo con cuidado mientras seguían caminando por el sendero. Cuando llegaron a la casa, la niña tomó un florero de debajo del lavadero de la cocina, lo llenó con agua y puso ahí la flor. Ubicó el florero en la mesa, para que todos pudieran disfrutarla.
—¡Es tan hermosa! —exclamó Kayla.
Esa noche, durante el devocional, papá leyó algunos versículos del libro de Mateo:
—¿Sabes? La flor que encontraste hoy en el bosque es un buen ejemplo de esta lección de la Biblia —opinó cuando terminó de leer—. La flor era tan brillante y hermosa, que no querías dejarla escondida en el bosque. Querías que todos la vieran. Bueno, este versículo dice que así somos los cristianos. Tenemos la luz de Jesús en nosotros, y no deberíamos tratar de esconderla. Debemos brillar con fuerza, como esa flor, para que los demás puedan ver la belleza de Su amor en nuestras vidas.
Esa noche, cuando Kayla se acostó a dormir, oró para que el Señor la ayudará a ser una luz que brilla para Él. Quería que los demás vean a Jesús en su vida.
LISA FULLER
SÉ UNA LUZ PARA JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: MATEO 5:14
USTEDES SON LA LUZ DEL MUNDO. UNA CIUDAD SITUADA SOBRE UN MONTE NO SE PUEDE OCULTAR.
¿Refleja tu vida la luz de Jesús? ¿Pueden otros verlo cuando te miran a ti? Como cristianos, es importante que seamos una luz para Jesús. Los demás deberían poder ver Su amor y bondad en la forma en que los tratamos y saber que Él hace una diferencia en nuestras vidas. No mantengas tu luz escondida. ¡Hazla brillar para Jesús hoy y todos los días!
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