La caja fuerte
—El tío Francisco es el tío de mi papá, ¿verdad? —le preguntó Benjamín a su mamá, mientras abría la caja fuerte de la casa del tío Francisco y sacaba un bulto de papeles amarillentos.
—Así es —afirmó su madre, apartando uno de los papeles—. Este documento tiene la información que el hospital necesita para el expediente del tío Francisco.
Mamá guardó los demás documentos en la caja fuerte y la cerró. Después fueron al hospital. Mientras ella se encargaba de los trámites en la oficina del hospital, Benjamín caminó por el pasillo hacia la habitación del tío Francisco.
—Hola, tío —saludó.
El anciano levantó su cabeza de la ventana.
—Oh —balbuceó, mirando de cerca al niño—. Oh —dijo después de un momento—, es el pequeño Jaimito.
Benjamín negó con la cabeza.
—No, yo soy Benjamín. Jaime es mi papá. Ahora ya es adulto —el tío Francisco se veía confundido y no dijo nada. El niño no sabía qué hacer, así que tomó el boletín que había recibido esa mañana en la iglesia y que había guardado en su bolsillo, y se lo entregó—. Eh, ¿quisiera ver el boletín de nuestra iglesia?
El tío Francisco tomó el boletín y lo acercó a su cara. Empezó a leer el versículo que estaba impreso en la parte de arriba.
—«El que habita al amparo del Altísimo» —él dejó a un lado el papel y cerró sus ojos—. «Morará a la sombra del Omnipotente».
Cuando mamá entró a la habitación unos minutos más tarde, el tío Francisco acababa de recitar todo el Salmo 91.
—El tío no se acordó de mí. Él creyó que yo era mi papá —comentó Benjamín cuando iban de regreso a su casa—. ¡Pero recitó todo un capítulo de la Biblia! ¿Cómo pudo recordar todo eso, si ni siquiera se acordaba de mí?
—La vejez muchas veces se roba los recuerdos de las personas, pero muchos ancianos pueden recordar himnos y versículos mucho tiempo después que han olvidado todo lo demás —explicó su madre—. Cuando memorizas la Palabra de Dios, la guardas en tu corazón y está ahí, disponible para cuando la necesites.
—¿Así como los documentos del tío Francisco estaban guardados en la caja fuerte de su casa? —preguntó Benjamín.
Mamá sonrió.
—Algo así, pero mejor. Una caja fuerte puede ser robada de una casa, pero los tesoros escondidos dentro de tu corazón nunca te los podrán robar. Siempre estarán ahí para recordarte que, pase lo que pase, las promesas de Dios son verdaderas y Jesús siempre está contigo.
BARBARA J. WESTBERG
MEMORIZA VERSÍCULOS DE LA BIBLIA
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 119:11
EN MI CORAZÓN HE ATESORADO TU PALABRA.
¿Estás guardando tesoros en tu corazón? Puedes acumular grandes riquezas si memorizas la Palabra de Dios. Piensa que cada versículo que aprendes es un valioso tesoro escondido en tu corazón. Aun cuando seas viejo, la Escritura estará ahí para recordarte el amor de Jesús por ti y para darte consuelo y ánimo. Aprende el versículo clave de hoy como un recordatorio de la importancia de conocer la Palabra de Dios.
Leave a Reply
Want to join the discussion?Feel free to contribute!