La caída
—No creo que Ana sea cristiana —comentó Hugo mientras montaba bicicleta con su hermana, Sabrina—. De hecho, estoy seguro de que no lo es. ¡Ella me mintió!
Su madre, que estaba trabajando en su jardín de flores, levantó la mirada.
—¡Guau! —expresó—. Te oí. ¿No crees que estás haciendo un juicio terriblemente apresurado?
—Bueno, no es la primera vez que ella ha mentido —aseguró Sabrina.
—Sí —afirmó Hugo—. ¡Ha mentido muchas veces antes!
Él y Sabrina bajaron con sus bicicletas a la calle antes que mamá pudiera responder. Un momento después, se oyó un grito de Hugo. Su bicicleta había resbalado con un poco de gravilla suelta, el niño perdió el control y cayó.
—Mi codo —se quejó—. Me duele demasiado.
—No lo dudo —dijo su madre, que había salido corriendo para ayudar—. Está raspado. Vayamos adentro para sanarlo.
Cuando Hugo y su mamá volvieron a salir un rato después, Hugo se alistó para volver a montar su bicicleta.
—Espera un momento —indicó su madre, sosteniendo el manubrio de la bici—. No vas a volver a montar en bicicleta otra vez, ¿o sí?
—Claro que sí —contestó Hugo—. ¿Por qué no?
—¡Porque te caíste! —señaló mamá—. Espera a que tu papá llegue a la casa. Él te volverá a poner las rueditas de entrenamiento.
—¡Mamá! —Hugo estaba indignado.
—¡El que se haya caído no significa que no puede montar bici! —reclamó Sabrina.
—¿En serio? —preguntó la madre, pensativa—. ¿Quieres decir que resbalar y caer con tu bicicleta no significa que realmente eres un mal conductor? —ella sonrió a sus hijos—. Bueno, ¿saben una cosa? Resbalar y caer en su vida cristiana tampoco significa que realmente no sean cristianos.
—Estás hablando de Ana, ¿verdad? —preguntó Sabrina.
Hugo no estaba seguro de qué decir.
—Creo que tienes razón —admitió después de un momento.
—Todos pecamos y de vez en cuando no hacemos lo correcto, pero eso no significa que dejemos de ser cristianos —explicó mamá—. Jesús nos perdona. Fallar en la vida cristiana significa que tenemos que confesar lo que hicimos y confiar en que el Señor nos ayudará a no repetirlo, pero debemos tener cuidado de juzgar a las personas. Más bien, debemos orar por ellas y ayudarles a tomar buenas decisiones.
Los niños asintieron.
—Lamento mucho haber juzgado a Ana —declaró Hugo—. Sé que Jesús la perdonará por mentir, ¡y yo también la perdono!
HAZEL W. MARETT
NO JUZGUES A LAS PERSONAS
VERSÍCULO CLAVE: ROMANOS 14:10 (NTV)
¿POR QUÉ, ENTONCES, JUZGAS A OTRO CREYENTE?… RECUERDA QUE TODOS ESTAREMOS DELANTE DEL TRIBUNAL DE DIOS.
¿Te has decepcionado por las acciones de alguien que dice que es cristiano? No juzgues el corazón de una persona que resbala y cae en pecado. Todos caemos en nuestro caminar con Jesús de vez en cuando, pero Él siempre nos perdona y nos vuelve a levantar. Más bien, ora por esa persona y deja que sea Dios quien juzgue. Hazle saber a esta persona que el Señor está listo para perdonar y que tú también le perdonas.
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