La búsqueda del tesoro
La música se detuvo y Elisa trató de sentarse frenéticamente en la silla que acababa de pasar. Fue demasiado tarde y ella rio con los demás niños cuando vio que quedó fuera del juego de las sillas musicales. Todos los niños traían puestos gorros coloridos de papel y la estaban pasando muy bien en la fiesta de su club de Biblia.
—A ver, niños, tenemos un juego más: la búsqueda del tesoro —anunció la señora Oñate—. Habrá un premio para el primero que encuentre una estrella plateada.
Los niños corrieron por todo el patio en busca de la estrella. Inspeccionaron los árboles, tantearon las plantas con flores y examinaron el pasto. No había ninguna estrella por ningún lado. De repente, Ana dio un grito.
—¡Oh, la veo! ¡Veo la estrella!
Elisa miró a Ana, quien parecía ver algo por encima de su cabeza. Cuando se dio la vuelta para mirar qué era, Pablo corrió desde atrás.
—También puedo verla —aseguró.
Uno a uno, los niños declaraban que veían la estrella… todos menos Elisa.
—¿Por qué no puedo verla? —se preguntó en voz alta.
Con una carcajada, Ana estiró su mano y tomó el gorro de papel que estaba encima de la cabeza de Elisa. En el azul brillante del sombrero había una pequeña estrella plateada. La señora Oñate se acercó con dos paquetes envueltos en papel de regalo.
—Ana se lleva un premio por encontrar primero la estrella —indicó—. Y para ser justos, Elisa, este premio es para ti, ya que no podías ver la estrella en tu propia cabeza. Y ahora, niños, es hora de tener un pequeño devocional antes de irnos a nuestras casas.
La señora Oñate llevó a todos los niños al patio y les pidió que se sentaran.
—Elisa tenía el tesoro y ni siquiera lo sabía —explicó—, y todos somos así a veces. No logramos ver los tesoros que Jesús nos da. Veamos cuántos de ellos podemos nombrar.
Los niños se tomaron turnos para mencionar a las personas o cosas que disfrutaban, y la señora Oñate asintió para demostrar que estaba de acuerdo.
—Todos esos tesoros proceden de Jesús, y no debemos olvidar el tesoro más grande de todos: el sacrificio que Él hizo para que podamos tener vida eterna a Su lado. Pidámosle al Señor que abra nuestros ojos cada día para ver y apreciar las bendiciones que nos ha dado.
TANYA FERDINANDUSZ
DISFRUTA LAS BENDICIONES DE DIOS
VERSÍCULO CLAVE: 1 TIMOTEO 6:17
[DIOS] NOS DA ABUNDANTEMENTE TODAS LAS COSAS PARA QUE LAS DISFRUTEMOS.
¿Tienes tesoros que no has logrado ver? A lo mejor sea un miembro de tu familia, un amigo o un maestro que Dios ha puesto en tu vida. Quizá sea tu casa, tu ropa, la comida o la capacidad de hacer algo bien. ¿Y qué dices de la mayor de todas las bendiciones de Dios: el regalo de Su hijo, Jesús? No pierdas de vista todos los tesoros que Él te ha dado. Pídele al Señor que te ayude a verlos, y después dale gracias por ellos y disfrútalos.
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