Hospital para pecadores

—Mamá, ¿en verdad le dijiste a Lauro que podía traer a Eduardo Benítez a la iglesia con nosotros mañana? —preguntó Laila.

—Sí, así es —respondió su madre—.  ¿Por qué?

—¡Oh, mamá! —lloriqueó Laila—.  ¡Eduardo es horrible!  Es todo lo que tú nos dices que no debemos ser, pero ahora tú dices que él puede venir a la iglesia con nosotros.  Si lo conocieras, no querrías que Lauro sea amigo de ese niño.

—No quiero que Lauro se deje influir por el comportamiento de Eduardo ni que participe en lo que él hace —aseguró su madre—.  Pero me parece que le hace falta un buen amigo en su vida y creo que tu hermano podría ser esa persona.

En ese momento, Lauro entró corriendo en la sala, con el brazo levantado y apretando fuertemente su muñeca.

—¡Estaba buscando algo en el garaje y me corté la mano con algo afilado!

Mamá tomó unas toallas de papel y las presionó con fuerza en el lastimado.  Pero la herida era profunda y, como no dejaba de sangrar, ella tomó las llaves del automóvil.

—Vamos —indicó—.  Tenemos que ir al hospital para que te revisen esa herida.

En el hospital, el doctor examinó la mano de Lauro.  Luego cosió la herida y le puso un vendaje.  En poco tiempo estuvieron listos para volver a casa.

—Los doctores y enfermeras se portaron de maravilla —comentó Lauro cuando regresaron a su hogar y le mostró las vendas a su padre—.  Cuidaron muy bien de mi mano y trataron la herida como debe de ser. 

Papá sonrió.

—Para eso sirven los médicos y las enfermeras.  Ellos cuidan de los que están enfermos y heridos.

—Tal como lo hace la iglesia —expresó mamá—.  La iglesia es un lugar para personas enfermas con el pecado, que están heridas y que necesitan a Jesús… y eso nos describe a todos nosotros —ella miró a su hija—.  ¿Qué pasaría si los hospitales solo permitirían que entren personas limpias y saludables en las salas de emergencias?

Laila suspiró.

—Las personas que están enfermas no podrían recibir ayuda.

Su madre asintió.

—Me alegra que Jesús nos haya invitado a todos los que estamos enfermos y sucios espiritualmente con el pecado, para que nos acerquemos a él para que seamos limpios y sanados.  Si la iglesia solo abriera sus puertas a los que son buenos, ninguno de nosotros podría entrar.  Todos somos pecadores que necesitamos el perdón del Señor.

—Lo sé —afirmó Laila—.  Lo siento —la niña sonrió a su hermano—.  Si quieres, mañana puedo presentarle a Eduardo algunos de mis amigos de la iglesia.

BARBARA J. WESTBERG

DA LA BIENVENIDA A OTROS PECADORES EN LA IGLESIA

VERSÍCULO CLAVE: LUCAS 5:32

NO HE VENIDO A LLAMAR A JUSTOS, SINO A PECADORES AL ARREPENTIMIENTO.

¿Invitas a la iglesia solamente a los niños que se portan bien?  Sigue invitando a los niños bien portados… ellos necesitan a Jesús.  Pero los que no son tan agradables también necesitan a Jesús.  No importa cómo nos comportemos, cada uno de nosotros es un pecador y Jesús nos invita a todos a acercarnos a Él para que nos sane y nos limpie.  Si Lo conoces como tu Salvador, Jesús ha perdonado tu pecado.  Como miembro de Su iglesia, ayuda a que otros vengan a Él, para que también puedan ser sanos.

Clave de Hoy
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