Hermosa

Hortensia arrojó su mochila junto a la puerta y corrió hacia el garaje, donde encontró a su madre vestida con ropa vieja, sentada en la rueda de alfarería. Mientras observaba, su mamá se mojaba las manos, ponía los pulgares cerca del centro de la bola de barro y presionaba hacia abajo mientras giraba sobre la rueda. Delante de sus ojos, esa masa de arcilla se hizo hueca, más angosta y alta.

—¿Cómo te fue en la escuela? —preguntó la madre.

Hortensia pensó por un momento antes de responder.

—Me fue bien, supongo. Mis clases estuvieron bien, pero algunas de mis amigas se burlaron de mí porque so la más bajita.

Mamá puso las manos fuera de la bola de barro y aplicó un poquito de presión a los lados de su vasija, mientras la giraba sobre la rueda de alfarería, alargando la arcilla dramáticamente.

—Eso no fue muy amable de su parte.

Hortensia suspiró.

—Sí, bueno, quisiera ser más alta, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.

Su madre siguió empujando con delicadeza los lados del barro hacia adentro, haciendo que se elevaran cada vez más. De repente, la columna hueca de arcilla que se estaba formando se dobló hacia un lado y colapsó.

—¡Oh, no! —exclamó Hortensia—. ¡Tu florero está arruinado! Ya no podemos poner ahí flores. Está doblado.

Para su sorpresa, mamá respondió:

—¿Quién dijo que era un florero?

Hortensia se veía confundida y preguntó:

—Bueno, entones, ¿qué era? No creo que sirva de mucho, así como está.

—¿No? —preguntó su madre—. No puedes ver lo que yo veo porque lo estás comparando con lo que crees que debería verse un florero. Pero yo lo veo a la luz del propósito para el cual lo diseñé, y me parece perfecto. Y como yo soy la que creó esta pieza, mi opinión es la única que cuenta.

—Bueno —dijo Hortensia—. Entonces, ¿Qué es?

—Es una metáfora —contestó mamá—. Para mi hija. Para demostrarle cómo Dios la ve, y que Su opinión es la única que cuenta.

Hortensia torció los ojos.

—Está bien, mamá, ya lo entiendo. Tu escultura es hermosa porque la creaste, tal como yo soy hermosa y tengo la altura perfecta porque Dios me creó. No tienes que darme de palazos con eso.

Mamá sonrió.

—A veces, sí tengo que hacerlo.

KELSIE INGHAM

FUISTE FORMADO POR DIOS

VERSÍCULO CLAVE: ISAÍAS 64:8

SEÑOR, TÚ ERES NUESTRO PADRE, NOSOTROS EL BARRO, Y TÚ NUESTRO ALFARERO; OBRA DE TUS MANOS SOMOS TODOS NOSOTROS.

¿Alguna vez has deseado tener una apariencia diferente? Es fácil compararnos con todos los demás y sentir que no damos la talla. Pero ¿sabes una cosa? ¡Todos los demás hacen lo mismo! En lugar de eso, recuerda que Dios te creó tal como quería que fueras. El Señor cree que tienes gran hermosura, y Su opinión es la única que cuenta.

Clave de Hoy
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