Excusas absurdas
—Entonces, ¿vienes conmigo a nuestro retiro de jóvenes de la iglesia el próximo fin de semana? —le preguntó un día Melina a su amiga, Adelaida.
—No, mis padres irán al partido de fútbol de la universidad —respondió Adelaida—. Creo que iré con ellos.
Melina frunció el ceño.
—Pero todos van al retiro de jóvenes. ¡Será tan divertido! ¿Por qué no quieres venir?
—No tengo la ropa apropiada para ir —contestó Adelaida.
—¡Oh, claro que la tienes! —exclamó Melina—. Solo necesitas jeans y una camiseta.
Adelaida se encogió de hombros.
—Cuesta mucho dinero.
—¡Sabes que eso no es verdad! Como te dije, algunas de las familias de la iglesia se ofrecieron a patrocinar a todo el grupo, así que no te costará un centavo.
Pero, a pesar de todos los esfuerzos de Melina para persuadir a su amiga para que fuera al retiro, Adelaida se rehusó con terquedad.
La semana siguiente, después del club de Biblia, Adelaida estaba callada mientras esperaba junto con Melina a sus padres para que las recogieran.
—No lo entiendo —dijo Adelaida de repente—. Parece que cada vez que voy al club de Biblia, la señorita Elisa nos dice que necesitamos que Jesús nos salve del pecado. No creo que hayamos hecho algo tan malo.
—Pero la Biblia dice que el pecado nos separa de Dios, así que todas las cosas malas que has hecho tienen que ser perdonadas —aseguró Melina—. Aun si no te parece que sean la gran cosa.
—Tal vez —expresó Adelaida, encogiéndose de hombros—. Pero la señorita Elisa dice que Jesús pagó el precio para que todos fueran perdonados y vayan al cielo. Entonces, el precio está pagado, ¿verdad? Ya no tengo que preocuparme por eso.
Melina dudó.
—¿Recuerdas el retiro del fin de semana pasado? —preguntó.
Adelaida suspiró.
—Sí. No fui, pero parece que se divirtieron mucho. Ahora quisiera haber ido, pero estaba preocupada de que hubiera mucha gente que no conozco, así que me inventé un montón de excusas absurdas.
—Bueno, pudiste haber ido —afirmó Melina—. El precio estaba pagado para que pudieras ir, pero te rehusaste a aceptar la oferta. Lo mismo pasa con la salvación. Jesús pagó el precio para que tus pecados sean perdonados y que puedas pasar la eternidad con Él, pero, a menos que aceptes el regalo que Él te ofrece, no podrás ir.
Adelaida se quedó en silencio.
—Entonces creo que debo aceptar la oferta —dijo al fin.
HAZEL W. MARETT
ACEPTA LA OFERTA DE LA SALVACIÓN DE DIOS
VERSÍCULO CLAVE: ISAÍAS 1:18 (NTV)
«VENGAN AHORA. VAMOS A RESOLVER ESTE ASUNTO —DICE EL SEÑOR—. AUNQUE SUS PECADOS SEAN COMO LA ESCARLATA, YO LOS HARÉ TAN BLANCOS COMO LA NIEVE».
¿Has aceptado la oferta de Dios para salvarte del pecado y que puedas vivir con Él para siempre? ¿O dices cosas como: «Lo pensaré» o: «Quiero hacer cosas divertidas primero»? Jesús pagó el precio para que tus pecados puedan ser perdonados, pero debes aceptar el regalo de la vida eterna que Él te ofrece. Deja de poner excusas. ¡Acepta la oferta de Dios hoy mismo! (Haz clic aquí para que conozcas las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti).
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