El gran consuelo

Graciela sostuvo la cabeza de su perrita Golden retriever en su regazo y rascó detrás de sus orejas peludas.  Pero «Rubia» no la miró con sus grandes ojos cafés como lo hacía normalmente.  En vez de eso, se quedó quieta y a duras penas respiraba.

—¿Por qué Dios no oye mis oraciones? —las lágrimas corrían por las mejillas de la niña.

—Él las oye —aseguró su madre—.  Pero Dios no siempre responde nuestras oraciones como queremos —ella acarició el suave pelaje de «Rubia».  Estaban esperando que el veterinario llegara a la casa para dormir a la perrita, para que no sintiera más dolor.

—¿Por qué Dios permite que Rubia muera? —sollozó Graciela.

Mamá le entregó un pañuelo a la niña.

—Lamentablemente, hija, este es un mundo roto y el quebranto lleva a la muerte.  Hasta que Jesús regrese, siempre habrá muerte y tristeza.

—Entonces, ¿para qué perdemos el tiempo orando? —preguntó Graciela.

—Porque confiamos en Jesús, quien vino a nuestro mundo roto y murió en la cruz para salvarnos.  Él entiende nuestro dolor y, a pesar de que a veces permite que sucedan cosas tristes, el Señor nos dará paz y consuelo para ayudarnos.

Algunos días después de enterrar a «Rubia», los ojos de Graciela seguían rojos por el llanto.  No jugaba con sus amigas y no quería su comida favorita: espagueti.  Ese sábado, la niña estaba en su habitación cuando oyó el timbre de la puerta.

—Hija —le llamó su madre—, ¡ven aquí!

Cuando Graciela llegó al recibidor, vio a un hombre en la puerta que sostenía un cachorrito muy sucio.

—Pregunté por todo el vecindario —comentó el hombre—, pero nadie lo reconoce.  Tampoco tiene placa para identificar a su dueño.

La madre examinó al cachorro.

—No parece que haya recibido cuidados.

—Supongo que lo llevaré al refugio de animales —ofreció el hombre.

Graciela miró a su mamá.

—¿Podemos quedarnos con él?  ¡Por favor!

Mamá levantó las cejas, después sonrió y asintió.  Después de llevar el cachorro al veterinario para que lo revisara, Graciela pasó la tarde bañando al perrito negro y jugando con él.

—Deberíamos llamarlo «Travieso» —sugirió—.  ¡No se queda quieto por un segundo! —la niña rio cuando el cachorro lamió su mano, y después miró a su madre—.  Todavía extraño mucho a Rubia, pero me alegra tanto que Dios haya traído a Travieso a nuestra familia.  ¿Es raro que me sienta así?

—No —opinó mamá—.  Te entiendo… y Jesús también te entiende.  Él comparte nuestras alegrías tanto como nuestras tristezas.

BONNIE CARR

JESÚS ENTIENDE NUESTRA TRISTEZA

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 147:3 (NTV)

ÉL SANA A LOS DE CORAZÓN QUEBRANTADO Y LES VENDA LAS HERIDAS.

¿Te ha pasado algo triste en tu vida?  ¿Oraste por ello y te preguntaste si Dios te oyó?  Él sí te escuchó, pero eso no significa que siempre responda como quisieras.  Vivimos en un mundo roto y, por esa razón, a veces suceden cosas malas.  Jesús entiende nuestro dolor y nos ayuda a superarlo.  Confía en que Él estará contigo en los tiempos difíciles, y también se gozará contigo en los momentos de alegría.

Clave de Hoy
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