El fruto de la vid
Luana dio palmaditas a la tierra que rodeaba la pequeña planta trepadora que acababa de sembrar. Detrás de la plantita había un enrejado de madera, para que la enredadera pudiera sostenerse mientras iba creciendo. La niña se limpió la tierra de las manos en sus pantalones viejos y se sentó sobre sus talones.
—Ya quiero ver cómo crece esta trepadora y saca esas florecitas blancas. ¡El jazmín estrella es el que mejor aroma tiene!
Adán, su padrastro, sonrió.
—Como sabes, falta un año para que puedas ver flores.
—No hay problema —aseguró Luana—. Puedo esperar.
Adán y Luana regaron la planta y después guardaron la palita y la manguera. Después de terminar su trabajo, se sentaron en el jardín de su casa para disfrutar el tibio sol de la tarde. La mamá de la niña sacó una jarra de limonada y unos vasos.
—El pastor Ricardo dijo que Jesús es una vid —le contó la madre a Luana—. ¿Recuerdas? La vid es una planta trepadora como la que acabas de sembrar.
—Sí —respondió la niña—. Pero realmente no entendí bien. ¿Cómo puede ser Jesús una vid?
—Permíteme hacerte una pregunta —indicó mamá—. ¿Podría haber jazmines estrella sin la planta?
—No, por supuesto que no.
—Así como esta enredadera produce las flores olorosas —agregó la madre—, Jesús, que es nuestra vid, produce en nosotros el buen fruto.
Luana seguía confundida.
—¿A qué te refieres con buen fruto?
Adán le explicó:
—El buen fruto que Jesús hace crecer en nosotros es el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio. Cuando producimos un buen fruto, demostramos a los demás que pertenecemos a Jesús y que Su Espíritu Santo vive dentro de nosotros.
—Entonces, Jesús sembró Su Espíritu en mí cuando puse mi confianza en Él el mes pasado —comentó Luana—. Y ahora me ayuda a demostrar amor y paciencia y todas esas cosas lindas.
—Correcto —afirmó mamá—. Pero, al igual que la trepadora que acabas de sembrar, es necesario cuidarla y podarla para que se produzcan bellas flores o un buen fruto.
Luana sonrió.
—Supongo que eso significa que tienes que esperar mucho tiempo para que yo te dé buenos frutos.
—Oh, ya puedo ver algunos frutos que están creciendo en tu vida —expresó Adán, mientras recogía la regadera—. ¡Pero todavía debemos regarte más a menudo!
Luana dio un chillido al sentir el agua fría y salió corriendo, mientras su padrastro la perseguía para mojarla con la regadera.
BONNIE CARR
JESÚS HACE CRECER LO BUENO EN NOSOTROS
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 15:5 (NVI)
YO SOY LA VID Y USTEDES SON LAS RAMAS. EL QUE PERMANECE EN MÍ, COMO YO EN ÉL, DARÁ MUCHO FRUTO; SEPARADOS DE MÍ NO PUEDEN USTEDES HACER NADA.
¿Has visto crecer en tu vida el fruto de Dios? Así como una enredadera produce flores o uvas, Jesús produce buen fruto en nosotros, cualidades como el amor, la paciencia y la bondad. Su Espíritu trabaja en nuestros corazones, nos cuida con paciencia y nos poda para que crezca el buen fruto y que los demás puedan verlo. Cuando creces en tu fe en Jesús, los demás verán Su bondad en ti.
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