El foco quemado
“Santiago, ¿podrías abrirme la puerta?”, pidió su padre, llamándolo desde lejos. Pero Santiago y Abigaíl estaban demasiado ocupados, peleando para ver qué juego de vídeo jugar, así que no lo escucharon. “¡Santiago!”, llamó el papá otra vez. “Por favor, ábreme la puerta para que pueda entrar con la escalera”.
“¿Por qué siempre tengo que ser yo el que te ayuda? ¿Por qué no puede ir Abigaíl? Ella nunca tiene que ayudar”.
“No se lo pedí a tu hermana, te lo pedí a ti”, respondió firmemente su padre.
Santiago suspiró, pero se levantó y mantuvo la puerta abierta. Mientras el papá fijaba la escalera y trepaba por los escaños de metal, Abigaíl y Santiago comenzaron a pelear otra vez.
“¡Abigaíl! ¡Santiago!”, gritó el papá. “¿Qué es esto?” El padre sostenía el foco quemado que había desenroscado de la boquilla.
Santiago se encogió de hombros y Abigaíl hizo un gesto de impaciencia. “Es un foco quemado”, respondió la niña, fijando la mirada en su hermano. “¡Obvio!”
Santiago levantó su brazo, como si fuera a golpear a su hermana.
“¡Abigaíl! ¡Ya basta, Santiago! No toques a tu hermana. Sí, es un foco quemado. ¿Qué oyeron?” El papá bajó de la escalera y sacudió la bombilla.
“Algún pedacito está roto y se golpea contra el vidrio”, contestó Santiago, todavía con mala cara.
El padre miró a Santiago y a Abigaíl. “Cuando nos quedamos y peleamos, también tenemos piezas rotas que suenan en nuestro interior. Nuestro propósito es tener vidas que brillen para Jesús y mostrar a otros quién es Él. Pero las quejas y las peleas son obstáculos que no nos permiten confiar en Él en toda situación ni compartir de Su amor con otros”.
Abigaíl y Santiago se quedaron en silencio y bajaron la mirada.
“Hija, pásame ese foco nuevo, por favor”, indicó su papá. La niña le entregó la nueva bombilla sin decir una palabra, y el padre comenzó a trepar nuevamente por la escalera.
“¿Papá?”, preguntó Santiago. “Si somos como focos quemados, ¿eso significa que jamás podremos volver a dar luz?”
El padre comenzó a enroscar la nueva bombilla. “La buena noticia, Santiago, es que Jesús siempre nos hace brillar, a pesar de que pequemos. Y cuando hacemos algo malo que nos haga sonar en el interior con piezas rotas, podemos pedirle que nos perdone y luego empezar a hacer las cosas a la manera de Dios, siendo agradecidos y amorosos. Jesús arregla nuestras piezas rotas y nos deja como nuevos”.
Papá bajó por la escalera y apretó el interruptor de la pared. El nuevo foco alumbró con una luz brillante e iluminó toda la habitación. – PEARL ALLARD
NO CAIGAS EN QUEJAS Y PELEAS
VERSÍCULO CLAVE: FILIPENSES 2:14-15
HAGAN TODAS LAS COSAS SIN MURMURACIONES NI DISCUSIONES, PARA QUE SEAN IRREPRENSIBLES Y SENCILLOS… EN MEDIO DE UNA GENERACIÓN… EN LA CUAL USTEDES RESPLANDECEN COMO LUMINARES EN EL MUNDO.
¿Sueles pelear con tus hermanos? ¿Te quejas cuando uno de tus padres o un maestro te pide que hagas alguna cosa? Quejarse o pelear exponen el pecado que está en nuestro corazón y son obstáculos que evitan que mostremos el amor de Dios a otros. Si estas cosas han estado estorbando tu vida últimamente, pídele a Jesús que te perdone y que las reemplace con agradecimiento y amor. ¡Y haz brillar tu luz para Él!
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