El escondite
Tiago se retorció para meterse en los matorrales que había detrás del garaje. Era su escondite propio, adonde iba siempre cuando no estaba feliz y quería estar solo. Hoy se sentía mal porque no logró atrapar una pelota en su juego de béisbol y los demás chicos se enojaron con él. Thiago suspiró profundamente mientras pensaba en eso.
Un pajarito hacía ruido entre los arbustos y el viento silbaba suavemente por encima de los árboles. Siempre se sentía mejor en este escondite. Entonces oyó la voz de su madre.
—¡Tiago! —gritó—. El abuelo está aquí.
El niño salió rápidamente. No quería perderse de la visita de su abuelo. Unos minutos más tarde, Tiago y el abuelo bebían limonada en el porche.
—¿Dónde estabas hace un momento? —le preguntó el anciano.
—Me sentía mal porque no pude atrapar una bola en el partido de la tarde, así que me fui a mi escondite especial —contestó Tiago, porque sabía que el abuelo jamás se lo contaría a nadie—. Es en los matorrales, allá, detrás del garaje.
—Yo también tenía un escondite cuando era niño —le contó su abuelo—. Era en el pajar del granero —el anciano sonrió—. Todavía tengo un escondite.
Tiago se veía sorprendido.
—¿En serio? —el niño se preguntaba en qué lugar se escondería alguien de la edad de su abuelo.
El anciano asintió.
—Trae tu Biblia y te mostraré adónde voy —Tiago corrió a su habitación y en un minuto regresó con su Biblia—. Busca el Salmo 37:2 —indicó su abuelo.
El niño encontró el versículo y lo leyó en voz alta:
—«Tú eres mi escondedero» —Tiago frunció el ceño—. ¿Te refieres a que Dios es tu escondite?
—Sí —afirmó el abuelo—. La presencia de Dios es el mejor escondite de todos. Puedo ir a Él dondequiera que esté y decirle cómo me siento. Cuando lo hago, Jesús me llena de consuelo y paz, y sé que puedo confiar en que Él estará conmigo y hará que todo obre para mi bien —el anciano sonrió y abrazó a su nieto—. La próxima vez que estés triste, ¿qué te parece si usas el mismo escondite que yo? Corre hacia Dios. Puedes hacerlo en tu escondite o dondequiera que estés.
CAROLYN E. YOST
VE A DIOS PARA PEDIR AYUDA
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 32:7
TÚ [DIOS] ERES MI ESCONDEDERO.
Cuando no te sientes feliz, ¿llevas tus problemas y tu tristeza a Dios? Él quiere oír sobre cualquier cosa que te esté molestando, ya sea un problema en la escuela, una decepción con amigos o problemas en tu familia. La próxima vez que necesites ayuda, corre hacia el mejor escondite de todos: ¡al Señor! Cuéntale cómo te sientes y confía en que Él te ayudará.
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