El encubrimiento oloroso
Jonatán sacó la loción para después del afeitado de su papá y se frotó un poco en la cara antes de salir del baño. Cuando su madre entró en su habitación un rato más tarde olfateó en aire.
—¿A qué huele? —preguntó.
—Jonatán usó la loción para afeitarse de papá —gritó Sofía desde su habitación, al otro lado del pasillo. Ella caminó hacia la puerta—. Otra vez no se bañó.
Mamá revisó el baño.
—Su toalla está húmeda.
—Revisa el jabón —sugirió Sofía—. Muchas veces, cuando me baño después de él, ni siquiera está mojado. Solo moja su toalla y finge que se metió en la ducha.
—¿Es eso cierto, hijo? —preguntó su madre. Ella fue a la ducha y tomó la barra de jabón. Estaba completamente seca, así que miró fijamente al niño.
—Es que no me gusta mojarme —contestó Jonatán a la defensiva.
—¡Qué asco! —exclamó Sofía.
—¡Silencio! —mamá levantó su dedo índice—. Hijo, estoy segura de que sabes que usar esto —ella tomó la loción— no reemplaza el uso del jabón. Cuando te pones colonia o loción, en lugar de lavarte, puede que huelas bien por un rato, pero el sucio sigue ahí. Y la gente se dará cuenta tarde o temprano.
—Sí —afirmó Sofía—. ¡Esa loción olorosa no puede encubrir el hecho de que eres tan sucio como un cerdo!
La madre dio a Sofía una mirada de advertencia antes de volverse nuevamente a su hijo:
—Bueno, Jonatán se bañará en este momento —indicó. Ella suspiró—. Es importante que nuestros cuerpos estén limpios, pero también debemos pensar en algo mucho más importante. Así como nuestra piel se ensucia, nuestros corazones pueden ensuciarse con el pecado. Las cosas como el orgullo o una actitud poco amorosa caen en esa categoría, hija. Y también tratar de engañar a tu madre, hijo.
Sofía y Jonatán se quedaron mirando el piso mientras mamá continuó:
—Puede que a veces tratemos de encubrir las cosas malas que hacemos y de ocultarlas de las demás personas, pero no hay nada que podamos esconder de Dios. Cada vez que pecamos, debemos confesar nuestras ofensas a Jesús. Él nos perdonará, nos lavará y nos dejará limpios.
NANCE E. KEYES
NO ENCUBRAS EL PECADO
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 51:2
LÁVAME POR COMPLETO DE MI MALDAD, Y LÍMPIAME DE MI PECADO.
¿Tratas de encubrir tus pecados? Dios puede ver más allá de cualquier encubrimiento. Aun si puedes evitar que la gente sepa lo que hiciste mal, no puedes esconderlo de Dios. Tienes que confesarle tus pecados a Jesús, para que Él pueda perdonarte y limpiarte. Jesús murió para pagar el precio por tus pecados, para que nunca tengas que ocultarlos. Confía en que el Señor te dará un corazón limpio, para que puedas disfrutar de tu comunión con Él.
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