Doma tu lengua
Casandra lanzo su teléfono a la cama y se dejó caer en ella. «No puedo creer que Emma no me haya invitado a su fiesta. ¡Creí que éramos amigos!».
En ese momento, su madre entró en la habitación.
—Hija, por favor, tiende tu cama y lleva tu canasto de la ropa sucia a la lavandería.
Casandra se quejó:
—No tengo ganas de hacer eso ahora, mamá. Tú vas de camino a la lavandería. ¿Por qué no te llevas de una vez mi ropa sucia?
—¡Casandra! No me hables así. Todos tenemos cosas que hacer en la casa. Una de tus tareas es tender tu cama y arreglar tu habitación.
—Lo haré después —exclamó Casandra.
Mamá frunció el ceño.
—Casandra —le dijo en un tono de advertencia.
La niña se levantó y comenzó a estirar las sábanas.
—No estoy segura de por qué te respondí así. Supongo que me sentí enojada porque Emma acaba de decirme que no estoy invitada a su fiesta —Casandra suspiró mientras esponjaba su almohada—. La actitud de Emma a veces cambia sin razón y realmente puede herir mis sentimientos. Un minuto habla sobre toda la diversión que tuvimos en el grupo de jóvenes, y al rato está diciéndome que no estoy invitada a su fiesta. ¡Es como si sus palabras se volvieran groseras al instante! —ella miró a su madre—. Pero es lo mismo que acabo de hacerte a ti, ¿verdad? ¿Qué nos hace cambiar así?
—A veces cuando nos sentimos decepcionados o enojados, eso nos hace querer herir a otros —respondió mamá—. Debemos cuidar lo que decimos cuando estamos molestos o heridos. Y si pecamos con nuestras palabras, debemos pedir perdón enseguida, tanto de Dios como de la persona que resultó herida —mamá puso su brazo alrededor de Casandra—. Recuerda que Jesús te nos ama a ti, a mí y a Emma por igual. Él nos perdona cuando herimos a otros con nuestras palabras, y también nos ayudará a hablar de una manera amorosa, aun cuando nos sintamos molestas.
Casandra asintió.
—Perdóname, mamá. Supongo que quisiera herir a Emma, pero me desquité contigo —ella suspiró—. Realmente estaba contando los días para la fiesta de Emma. ¿Qué debo hacer ahora?
—Bueno —señaló mamá—, Jesús nos perdona cuando herimos a otros y también nos ayuda a perdonar a los demás cuando nos hieren.
CHRISTINE COLLIER
CUIDA TUS PALABRAS
VERSÍCULO CLAVE: EFESIOS 4:2
NO SALGA DE LA BOCA DE USTEDES NINGUNA PALABRA MALA, SINO SOLO LA QUE SEA BUENA PARA EDIFICACIÓN.
¿Qué tipo de palabras salen de tu boca? ¿Cambian, dependiendo de cómo te sientas? ¿Es lo más probable que digas palabras groseras o crueles cuando te sientes decepcionado o molesto? Cuando decimos palabras hirientes en respuesta a cómo otra persona nos hirió, solo empeoramos las cosas. Si has herido a alguien con tus palabras, pídele que te perdone y pídele a Jesús que también te dé Su perdón. Después confía en Él para que te ayude a demostrar Su amor a otros a través de tus palabras todo el tiempo.
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