Demasiado trabajo

Amelia puso el último plato en la lavadora de platos y limpió el lavadero de la cocina.  “Estoy cansada de todo este trabajo”, refunfuñó.  “Lavar platos, lavar la ropa, limpiar el baño, arreglar las cosas… ¡nunca se acaba!”

“Oye, no eres la única que trabaja aquí”, le recordó su hermano, Patricio.  “Papá y yo hicimos la cena hoy.  Y, si me permites agregar, sin quejarnos”.

“Bueno, no sé por qué mamá tuvo que conseguir un empleo”, comentó Amelia. 

“Deberías saber”, le dijo Patricio, “que tú eres una de las razones por la que ella fue a trabajar”.

“¿Yo?  ¡Yo no le pedí que se buscara un empleo!”

“No, pero el dinero que ella gane servirá para pagar las cosas que tú y yo necesitamos, como alimentos y ropa”, aseguró Patricio.

“Papá siempre ha pagado por esas cosas”, argumentó Amelia.

“Sí, pero le rebajaron su trabajo a medio tiempo por ahora y no sabemos cuánto tiempo durará esa situación”, le contó Patricio.  “Hemos estado apretados de dinero y, cuando llegó la oportunidad para que mamá tomara este trabajo, ella sintió que era la respuesta a nuestras oraciones, así que aceptó”.  El niño frunció el ceño.  “Nuestra madre está haciendo un montón de sacrificios por nosotros.  ¿No puedes hacer unos pocos sacrificios por ella?”  Con eso, Patricio salió de la habitación.

Amelia meditó en las palabras de su hermano.  “¿Acaso estoy actuando como una niña malcriada, refunfuñando solo porque tengo que hacer trabajos extra?”, se preguntó.  “No es mi intención, pero… supongo que sí”.  La niña sintió vergüenza.  “Amado Jesús”, murmuró Amelia en voz baja, “por favor, perdóname por ser tan egoísta.  Ayúdame a estar dispuesta a hacer sacrificios por los demás como Tú lo hiciste por nosotros.  Y, por favor, ayúdame a tener una mejor actitud de hoy en adelante.  Gracias por todas las cosas buenas que nos das”.

Cuando su madre llegó a la casa, un rato después, Amelia la abrazó fuerte.  “¡Hola, mamá!”, saludó con una sonrisa.  Patricio la miró, sorprendido.

“Hola, hijos”, expresó su madre.  “¿Cómo les fue hoy?”

“Bien”, respondió Amelia.  “¿Quieres que te caliente la cena?  Papá y Patricio hicieron un guiso de carne.  ¡Está delicioso!”  La niña rio al ver la expresión confundida de su hermano.  En ese momento, solo ella y Dios sabían que su corazón había cambiado.  —  RUTH I. JAY

APRECIA EL TRABAJO QUE HACEN TUS PADRES

VERSÍCULO CLAVE: FILIPENSES 2:14 (NVI)

HÁGANLO TODO SIN QUEJAS NI CONTIENDAS.

¿Ayudas con frecuencia en casa porque tus padres trabajan?  ¿Te resulta fácil quejarte cuando tienes que hacer algunas tareas extra?  Recuerda que tus padres trabajan para proveer lo que necesitas.  Lo hacen porque te aman, y a cambio puedes demostrarles amor por medio de tener también la disposición de hacer sacrificios.  Dale gracias a Dios por tus padres y por el trabajo que Él les ha dado, y muéstrales Su amor al ayudar alegremente en casa.

Clave de Hoy
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