Cuando fallan las palabras
“No puedo jugar con los niños de aquí”, le contó Marlene a su papá mientras lavaban los platos después de la cena. “¡No entienden ni una palabra de lo que digo!”
La familia de Marlene había viajado para servir como misioneros en Papúa Nueva Guinea. Vivían en una aldea de las montañas y hacer nuevas amistades no había sido fácil. Los niños de la aldea hablaban un idioma llamado pidgin, pero la familia de Marlene hablaba español.
El padre hundió otro plato en el agua jabonosa. “Ya encontrarás otra forma de comunicarte con ellos”.
A la mañana siguiente, dos niñas de la aldea vieron que Marlene estaba afuera y corrieron hacia ella. Con una sonrisa, una de ellas tímidamente le entregó un palo corto que parecía ser de bambú. Marlene lo tomó, vacilante.
“Caña de azúcar”, dijo una de ellas en un castellano con acento.
La otra niña apuntó al costado de la caña de azúcar, donde la corteza había sido pelada. El interior de la caña era amarillento y con fibras bien ajustadas. “Bueno”. La niña sonrió y se frotó el estómago.
Marlene dio una mordida y las niñas se echaron a reír.
“No, no”, dijo la primera, entre risas, y fingió que sorbía.
“¿Ah?” Marlene imitó a la niña y descubrió que el jugo de la caña de azúcar era deliciosamente dulce. “¡Está muy rico! ¿Bueno?”
Los ojos de la segunda niña se iluminaron. “¡Bueno!”
Las niñas tomaron sus manos y le hicieron señas a Marlene para que jugara con ellas.
Durante el almuerzo, Marlene les contó a sus padres lo que pasó en la mañana. “Tenías razón, papá. A pesar de que hablamos diferentes idiomas, todavía podemos ser amigas”.
Papá sonrió. “¿Quién hubiera creído que esas niñas usarían la caña de azúcar cuando fallan las palabras?”
“¿A qué te refieres?”, preguntó Marlene.
“No podían usar palabras, así que te dieron algo aun más dulce”, aseguró su padre. “Un regalo, bondad. Caña de azúcar. La amistad no siempre tiene que ver con las palabras, sino con acciones. Jesús contó una parábola sobre el buen samaritano que encontró a un hombre acostado en el camino, que había sido robado y herido. El samaritano limpió las heridas de este hombre, lo llevó a un hospedaje y dejó dinero para que estuviera bien cuidado hasta que sanara. Esa es la clase de amistad que Jesús nos muestra y debemos mostrar a otros, sin importar cuán diferentes sean de nosotros”. — HANNAH EDWARDS
LAS ACCIONES HABLAN CUANDO NO HAY PALABRAS
VERSÍCULO CLAVE: LUCAS 10:34
ENTONCES SE ACERCÓ AL HOMBRE, DERRAMÓ ACEITE Y VINO EN LAS HERIDAS Y LAS VENDÓ. LUEGO LO MONTÓ EN SU ANIMAL DE CARGA Y LO LLEVÓ A UNA PEQUEÑA POSADA DONDE LO CUIDÓ.
¿Alguna vez te faltan las palabras? Quizá hayas estado en otro país donde la gente habla un lenguaje que no entiendes. A lo mejor te haya costado decir lo que sientes. Jesús nos muestra que podemos demostrar el amor, no solo a través de palabras, sino también a través de acciones. Él nos dice en la Biblia que nos ama, pero lo demostró al morir en la cruz en nuestro lugar. Muestra a los demás esa clase de amistad.
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