Cómo arreglar a un bravucón
Horacio tiró su lonchera al mesón de la cocina. “¡Voy a vengarme de ese bravucón, aunque sea lo último que haga!”
“¿De qué estás hablando?”, preguntó su papá, levantando la mirada.
“Cuando me bajé del autobús de la escuela, André y cuatro de sus amigos empezaron a perseguirme”, contestó Horacio. “André agarró mi lonchera y la lanzó en la calle, ¡cuando venía un carro! ¡Ahora está arruinada!” El niño se la mostró a su padre. “¡Golpearé a André cuando lo encuentre solo!”
El padre examinó la lonchera. “Lamento mucho que tengas problemas con André… deberíamos conversar sobre eso. Pero vengarte no arreglará nada”.
“¡Pero, papá! ¡André es un bravucón y alguien tiene que enseñarle una lección!”, exclamó Horacio. “Tan pronto como pueda encontrarlo a solas, ¡lo arreglaré! ¡Nunca más volverá a acosar a nadie más!”
Su padre sostuvo la lonchera rota y preguntó: “Hijo, ¿puedes arreglarla?”
Horacio miró la lonchera aplastada y frunció el ceño. “No. Ya no creo que sirva más, papá”.
“¿Y si la llevamos al taller del señor Estévez que queda en la esquina? ¿Crees que él pueda repararla?”
“Bueno… tal vez. Él es bueno para esas cosas. Pero probablemente costaría más arreglarla que comprar una lonchera nueva”.
“Eso no me sorprendería”, afirmó su padre, “pero si realmente quisieras esta lonchera en particular, hay alguien que sabe cómo arreglarla, ¿verdad?”
“Supongo”, respondió Horacio, sabiendo que su padre estaba a punto de enseñarle una lección.
“Bueno, lo mismo pasa con la gente. Por ejemplo, con André, estoy de acuerdo en que necesita que alguien lo detenga, pero ¿realmente puedes arreglarlo? Golpearlo podría enseñarle a no molestarte, pero para que deje de ser un bravucón, necesita que alguien más poderoso que tú haga un cambio en su corazón. ¿No crees?”
Horacio suspiró. “Sí”.
“Puede que haya veces en las que tengas que defenderte, pero Dios nos dice que no respondamos con venganza. En vez de eso, debemos recordar el alto costo que Jesús pagó para arreglar nuestros corazones llenos de pecado y mostrar a otros Su amor. Pidámosle que Él arregle a André, en vez de tratar de hacerlo tú”.
“Está bien, papá”, contestó Horacio. “Oraré por él”. — SHAWN FOSTER
NO ACUDAS A LA VENGANZA
VERSÍCULO CLAVE: ROMANOS 12:17
NUNCA PAGUEN A NADIE MAL POR MAL. RESPETEN LO BUENO DELANTE DE TODOS LOS HOMBRES.
¿Crees que vengarte es la única manera de arreglar a alguien que se porta mal? Dios dice que Él es quien se encarga de eso, ¡no tú! La maldad proviene del corazón de la persona y solo Dios puede arreglarlo. En vez de tratar de cambiar a otra persona, pídele a Jesús que Él le cambio (y asegúrate de contarle a algún adulto de confianza sobre la situación). Puede que te sorprendas al ver lo que Dios puede hacer en el corazón de una persona.
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