Borrados
Marcelo daba vueltas en su cama. Sabía que era por la mentira que había dicho, la cual seguía pesándole en la conciencia y no le dejaba dormir. Golpeó su almohada, se metió más adentro de las cobijas y cerró los ojos con fuerza. Pero no podía apagar la vocecita de su cabeza: “Dile a tu mamá que lo sientes. Di la verdad… di la verdad… di la verdad…”
El niño finalmente se dio por vencido. Salió de la cama y casi se tropieza al entrar en la sala. Su madre levantó la mirada de la computadora para ver cómo su hijo estallaba en llanto. “¿Qué sucede, hijo?”, preguntó. “¿Tuviste una pesadilla?”
Marcelo negó con la cabeza. “No”, dijo entre sollozos. “Te… te dije una mentira. Te aseguré que no sabía cómo se rompió ese adorno que te gusta tanto, pero sí sé. Estaba lanzando una pelota y esta derribó la figura de la repisa”. Marcelo lloriqueaba con fuerza. “Lo siento”.
Mamá lo abrazó. “Me duele saber que me mentiste, hijo, y sabes que eso significa que estarás ocupado por un par de días. Ya hemos dialogado sobre eso antes. Pero me alegra que hayas confesado”. La madre volteó su computadora para que su hijo la viera. “Déjame mostrarte algo. Mira la palabra que acabo de escribir. ¿Cuál es el error?”
Marcelo miró la pantalla de la computadora y, en medio de lágrimas, indicó: “Cometiste un error. Escribiste P-E-R-D-Á-N”.
“¿Puedes arreglarlo por mí?”, preguntó mamá.
“¡Claro! Pero tú sabes cómo arreglarlo, mamá”, aseguró Marcelo. El niño aplastó un par de teclas. “Ya está. ¡Ahora tiene buena ortografía!”
Su madre asintió. “Si hubiera ignorado mi equivocación, esta nunca hubiera quedado corregida. Pero cuando diste los pasos necesarios para corregirla, se pudo arreglar con facilidad, ¿cierto?”. Marcelo asintió mientras asimilaba las palabras de su madre. “Ignorar el pecado tampoco lo soluciona”, continuó mamá. “Cuando pecamos, debemos hacer exactamente lo que acabas de hacer con esta mentira: confesar. Cuando le confesamos nuestros pecados a Jesús, Él nos perdona y nos ayuda a ir más allá de ese pecado”.
“Ya confesé lo que hice con Jesús”, admitió Marcelo. “Me siento mejor ahora que también te lo confesé a ti”. El niño bostezó. “Creo que ya puedo dormir”. — BARBARA J. WESTBERG
JESÚS PERDONA
VERSÍCULO CLAVE: 1 JUAN 1:9
SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS, ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONARNOS LOS PECADOS Y PARA LIMPIARNOS DE TODA MALDAD.
¿Estás ignorando algún pecado en tu vida? ¿Quieres el perdón de Dios? Entonces confiésalo a Jesús. Él murió y resucitó para salvarte del pecado y Él te perdonará para que puedas dejar atrás ese pecado y, en vez de ello, hacer lo que es correcto. Puede que tengas que pedirle perdón a alguien más. ¿Por qué no lo haces ahora mismo? Eso te traerá mucho gozo.
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