¡Aplastados!
“Qué bueno que se acabó”, comentó Daniel mientras él, Mateo y Josué salían de la iglesia. “Vamos a divertirnos”.
Diez minutos más tarde, estaban en el puente peatonal, encima de la carretera. Daniel abrió su mochila y dijo: “Tomé esto de la caja de ‘vegetales gratis’ en la iglesia. ¡Arrojémoslas por el puente a los automóviles que pasan!”
“¡Genial!”, exclamó Josué.
“No hay nada genial en los vegetales”, opinó Mateo. “Además, nos vamos a meter en problemas”.
“No, mi hermano lo hace y nunca lo atrapan. Miren esto”. Daniel agarró un pepino y lo lanzó sobre un automóvil que pasaba por debajo. El vegetal golpeó la cajuela y… ¡bum!
“¡Qué genial!”, exclamó nuevamente Josué, quien lanzó un tomate maduro a una camioneta, mientras observaba cómo este se desintegraba en el cajón de la camioneta.
“Es tu turno”, señaló Daniel antes de aventar un calabacín grande y redondo a Mateo.
El niño vaciló. Sí se veía divertido y, hasta ahora, no había pasado nada, así que lo arrojó. Pero esta vez no hubo el sonido de vegetal aplastado. En lugar de eso, escucharon un golpetazo tremendo que rompió el parabrisas, y el chirrido de los frenos mientras el automóvil derrapaba a un extremo de la carretera en una nube de polvo. Entonces el conductor saltó hacia afuera, miró al puente y apuntó a Mateo.
“¡Casi me matas!”, gritó.
Mateo se volvió a sus amigos, pero estos ya habían huido. Presa del pánico, corrió también por el bosque, hasta llegar a la cerca del patio trasero de su casa. El niño se escondió detrás de un cobertizo y oró: “¡Ayúdame!” Cuando abrió sus ojos, vio a su papá de pie con un oficial de policía y el conductor, el señor Bermeo. Lo único que Mateo sabía con certera era que habría consecuencias.
Después de una larga conversación, Mateo pidió perdón y acordó trabajar todos los sábados para pagar por un nuevo parabrisas. Antes que el señor Bermeo se fuera, le dijo: “Mateo, quiero que sepas que te perdono”.
Antes de acostarse esa noche, Mateo le dijo a su padre: “Casi le mato al señor Bermeo. No merezco su perdón”.
“Sí, esto fue muy grave”, respondió papá. “Pero, hijo, la Biblia dice que todos hemos pecado y no alcanzamos la gloria de Dios. Esa es la razón por la que Jesús pagó Él mismo por nuestros pecados, al morir en la cruz. Él sabía que no podíamos salir por nuestra cuenta del desastre de nuestro pecado. No importa cuán grande o pequeño nos parezca un pecado. Jesús te perdonará y te permitirá empezar desde cero”. — TERESA AMBORD
JESÚS PERDONA TODOS LOS PECADOS
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 103:12 (NTV)
LLEVÓ NUESTROS PECADOS TAN LEJOS DE NOSOTROS COMO ESTÁ EL ORIENTE DEL OCCIDENTE.
¿Alguna vez has hecho algo que provocó una situación grave? Al igual que Mateo, podrías creer que no mereces el perdón. Pero la Biblia dice que todos hemos pecado y no alcanzamos el estándar de Dios. Esa es la razón por la que Jesús murió para salvarnos del pecado, porque ninguno de nosotros puede salvarse a sí mismo. Él nos ofrece perdón por cada uno de nuestros pecados, sin importar cuán grave hayan sido. Confiesa tu pecado y confía en que Jesús te perdonará.
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