¿A quién vas a escuchar?
Una pelota pasó zumbando junto a la cabeza de Gracia y ella se esquivó, derrumbando la silla de plástico en la que se había sentado. “Ya me harté de esto”, pensó. “La única vez que alguien nota mi presencia es cuando les estorbo en sus juegos”. La niña tomó su mochila y salió marchando del gimnasio.
En el baño, Gracia se acurrucó en el piso detrás de una puerta azul. Estaba a salvo ahí, era mejor estar ahí, lejos de la gente, lejos del ruido. “Respira”, susurró, pero su respiración se volvió cada vez más agitada y las lágrimas se escaparon de sus ojos. Nadie le entendía, ni siquiera en la iglesia. A nadie le gusta las personas calladas. Una debía ser de carácter fuerte, atlética, bonita. Y Gracia no era nada de eso.
“Soy basura”. Esas palabras penetraron su piel y lastimaron cada centímetro cuadrado hasta que sintió todo su cuerpo amortiguado. “Nadie me necesita. Nadie me quiere”.
Pero Gracia sabía que estaba mal. Todos los versículos de la Biblia que había memorizado en la iglesia, todas las cosas que sus maestros y pastores habían dicho vinieron a su mente. “Dios te creó con un propósito. Jesús murió para hacerte Suya”.
“Dios, si me amas, ¿por qué no me das amigos?”, preguntó Gracia. “Él entregó a Su único Hijo”.
La niña se sentó por unos minutos, meditando. Sabía que era verdad. Jesús era el mejor amigo que ella pudiera tener. Él no se burlaba de las personas ni les decía apodos. Jesús habló con los solitarios, como la mujer samaritana. Él los sanó, aun cuando fueran inmundos, como los leprosos. Jesús amaba a la gente y se acercaba a ellos.
Quizá Él podría ayudarla a acercarse a otras personas. Gracia todavía tenía lágrimas en sus mejillas, pero se levantó e inhaló profundamente varias veces. “Muy bien, Señor, tienes razón. Gracias por hacerme acuerdo de cuánto me amas. Ayúdame a escuchar la verdad de Tu Palabra y no las mentiras de mi cabeza”.
Graciela regresó al gimnasio y se sentó cerca de la pared. Sintió un golpecito en su hombro y se dio la vuelta para ver a Emilia, la niña que siente tenía un lápiz incrustado en su agitada cabellera castaña. “Hola, Gracia. Estoy practicando cómo dibujar a las personas. ¿Quisieras ser mi modelo?”
La niña sonrió y asintió. “¡Me encantaría!” — OLIVIA WHITE
RECUERDA LA VERDAD: DIOS TE AMA
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 8:32
Y CONOCERÁN LA VERDAD, Y LA VERDAD LOS HARÁ LIBRES.
¿Te estás alimentando de mentiras? ¿Mentiras que te dicen que no vales o que nadie te quiere? Quizá oyes esas mentiras dentro de tu propia cabeza. No las escuches. Satanás utiliza las mentiras para aislarnos de Dios y de las demás personas. Él no quiere que sepamos ni compartamos la verdad que somos profundamente amados por Dios, el cual envió a Su Hijo, Jesús, a morir por nosotros. Cuando sientas desánimo, escucha la verdad de la Palabra de Dios.
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