Caminar a casa

Leer: Salmo 23

Obed miró al frágil hombre que estaba en la cama.  “El abuelo se está poniendo tan débil”, pensó.  “Sé que morirá pronto”.  Entonces, preguntó: “¿Tienes miedo, abuelo?”

“No, Obed”.  El abuelo sonrió mientras tomaba la mano de Obed.  “No tengo miedo de morir.  Jesús está conmigo.  Voy a casa, a estar con Él”.

Obed asintió, pero pensó que él sí tendría miedo, de todas maneras.  Después de todo, ¡no podía ver a Jesús!

Más adelante, esa misma tarde, Obed recibió un mensaje de texto de su amigo, Waldo.  “¿Quieres venir un rato a mi casa?”, preguntó Waldo.  “Mi mamá dice que puedes quedarte para la cena”.  Después de pedirle permiso a su madre, Obed caminó a través de un campo para llegar a la casa de Waldo.

Unas horas más tarde, los niños acababan de terminar un juego cuando Obed miró por la ventana.  “¡Ya está oscuro!”, exclamó, parándose de un brinco.  “¡Tengo que irme!”

Cuando Obed empezó a caminar a través del campo, a duras penas pudo salir del sendero.  La luna estaba escondida detrás de las nubes, produciendo sombras raras en el pasto crecido que se sacudía con el viento.  Ruidos extraños provenían de los árboles que estaban al borde del campo.  El corazón del niño palpitaba a mil por hora y sus rodillas se sentían débiles.  “No seas un bebé”, se dijo a sí mismo.  “Las sombras no pueden hacer daño a nadie”.

“¿Obed?”, llamó una voz desde las tinieblas.  Por un segundo, el corazón del niño casi se detiene, pero entonces reconoció una voz familiar.

“¡Papá!  ¡Estoy tan feliz de verte!”, gritó Owen con una voz temblorosa.  “O al menos estoy feliz de oírte.  Está tan oscuro.  No veo casi nada”.

“Lo sé.  Vine para caminar a casa contigo”, indicó el padre. “Pensé que te gustaría tener compañía para cruzar este oscuro campo”.  Con papá a su lado, Obed sintió que las sombras eran amigables y que los ruidos ya no le daban miedo.

Cuando llegaron a la casa, Obed fue a la habitación del abuelo para contarle su experiencia.  “Una vez que supe que papá estaba ahí, dejé de tener miedo”.  El niño agregó: “A pesar de que no podía verlo, era casi como que podía sentirlo conmigo.  El nieto vaciló.  “¿Eso tiene que ver con que no tengas miedo de morir?”

“Exactamente”, señaló el abuelo.  “La muerte es como una sombra oscura y, a pesar de que no puedo ver a Jesús, sé que está ahí.  Siento Su presencia y, con Él a mi lado, no hay nada de qué temer”.

Obed asintió, comenzando a entender. – BARBARA J. WESTBERG

LOS CRISTIANOS NO DEBEN TEMER A LA MUERTE

VERSÍCULO CLAVE: SALMO 23:4

AUNQUE PASE POR EL VALLE DE SOMBRA DE MUERTE, NO TEMERÉ MAL ALGUNO, PORQUE TÚ ESTÁS CONMIGO.

¿Conoces a alguien que esté muriendo?  ¿Tú mismo tienes miedo de morir?  Para un cristiano, la muerte es como una sombra.  Como dice el Salmo 23, no debes tenerle miedo a la muerte cuando Jesús está contigo.  Él venció a la muerte al resucitar, y si lo conoces, ¡también resucitarás!  De hecho, el último versículo de este salmo dice qué te pasará si confías en Jesús.  Dice que “morarás” en la casa del Señor para siempre.  ¡Pasarás la eternidad en el cielo con Él!

Clave de Hoy
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