¿Cómo puedo ayudarte?

—¡Daniel! —el hermanito y la hermanita de Daniel entraron corriendo a la habitación—. ¿Quieres jugar a la tiendita con nosotros? ¡Por favor!

El niño sonrió.

—Está bien, claro.

Elías y Alessia con frecuencia le rogaban a Daniel que jugara a la tiendita con ellos, pero al hermano mayor no le molestaba jugar. Su abuelo era dueño de una ferretería y a los niños les encantaba visitarlo para ver cómo las personas compraban todo tipo de cosas interesantes. Los clientes hacían muchas preguntas, y el abuelo siempre los ayudaba con muy gusto.

Daniel siguió a sus hermanitos al lugar donde habían armado una tienda de juego.

—Elías y yo vamos a ser los clientes —le indicó Alessia, poniendo un teléfono de juguete en su oreja—. ¡Rin rin!

El hermano mayor contestó.

—Dígame, ¿cómo puedo ayudarle? —así respondía el teléfono su abuelo.

Mientras Daniel ayudaba a Elías y a Alessia a elegir las cosas para comprar, su padre entró en la sala.

—Bueno, niños, es hora de ir al hogar de ancianos. Las familias de la iglesia vamos a tomar turnos para visitarlo y hoy nos toca a nosotros.

Daniel frunció el ceño.

—¿Y no pueden ir solo tú y mamá?

Papá negó con la cabeza.

—Los abuelitos esperan con ansias nuestras visitas, y especialmente le gusta ver a los niños. Es algo que les alegra todo el día.

—Pero no es algo que alegra mi día —se quejó Daniel.

El niño esperó que su padre lo regañara, pero, en lugar de eso, papá cambió de tema.

—Hijo, ¿cómo responde tu abuelo el teléfono en su ferretería?

—Dice: «Cómo puedo ayudarle?» —contestó Daniel.

El padre asintió.

—Sí, y te oímos contestar del mismo modo cuando estás jugando a la tiendita con Elías y Alessia. Es una buena manera de demostrar que estás listo y dispuesto para ayudar a alguien. ¿Y crees que haya una manera en la que puedas hacerle a Dios esa misma pregunta que usas para contestar el teléfono?

—¿A qué te refieres? —preguntó Daniel.

—En la Biblia aprendemos que Dios quiere que Sus seguidores lo sirvan a Él y a los demás con la mejor actitud —explicó papá—. Jesús sirvió con alegría a todas las personas que se cruzaban en Su camino. Incluso sacrificó Su propia vida para salvarnos y Él nos ha dado el Espíritu Santo para ayudarnos a amar a los demás como Él nos ama. Eso significa que también debemos servir a otros con un corazón dispuesto.

Daniel se quedó pensando un minuto.

—Supongo que tienes razón —admitió—. Si le preguntara a Dios cómo podría ayudarle hoy, Él me pediría que fuera al hogar de ancianos.

CAROLYN E. YOST

SIRVE A DIOS CON LA MEJOR DISPOSICIÓN

VERSÍCULO CLAVE: 1 CRÓNICAS 28:9

RECONOCE AL DIOS DE TU PADRE, Y SÍRVELE DE TODO CORAZÓN Y CON ÁNIMO DISPUESTO.

¿Cuál es tu actitud cuando sirves al Señor? Cuando te piden que ayudes en casa o que visites a alguien que está enfermo, ¿lo haces con buena disposición? Jesús nos ama tanto que se hizo el más grande siervo de todos al sacrificarse por nosotros. Cuando servimos a Dios al ayudar a otros, demostramos Su amor a las personas. Toma un momento y pregúntale a Dios, en oración: «¿Cómo puedo ayudarte?».

Clave de Hoy
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