La Navidad de Cristi
Cristi se dejó caer en el sillón. El cielo de invierno estaba gris, exactamente igual que su estado de ánimo. Ella pateó la pelota de plástico que su hermanito había recibido por Navidad y suspiró. Si tan solo hubiera recibido el juego que había esperado desde su cumpleaños en octubre. Ya suficiente tenía con ver a todo el mundo sumergido en la alegría de la época navideña. Ahora tenía que esperar diez meses enteros para ver si tenía alguna oportunidad de recibir lo único que había querido por tanto tiempo.
La niña se quedó mirando al vacío mientras el pequeño Jacob se balanceaba en su pancita, estirándose con todas sus fuerzas para alcanzar el enchufe de la lámpara que con las justas estaba fuera de su alcance. De su boquita sin dientes caía saliva mientras se concentraba. Cristi tomó la pelota y la hizo rodar hacia donde estaba su hermanito, pero él la ignoró, completamente determinado a agarrar el cable de la lámpara.
—A ver, Jacobito —le dijo Cristi, moviendo la pelota para distraerlo—. Ese cable no es bueno para ti. Esa pesada lámpara podría caerse —ella trató de girar al bebé para que no pudiera ver el enchufe, pero él gritó y protestó muy enojado—. Tranquilo —la hermana mayor le acarició la espalda, pero eso solo lo enojó más—. No entiendes. Tienes tantas cosas divertidas aquí en tu canasta. ¿Por qué lloras por la única cosa que no tienes?
De repente, una vocecita atravesó el corazón de Cristi y se sintió avergonzada. Su actitud no había sido diferente que la de su hermanito bebé. «¿Por qué estoy llorando por la única cosa que no puedo tener?», pensó. La niña miró a su alrededor. La Biblia que le había dado su abuela seguía ahí en su caja. Ella la sacó del empaque y el libro cayó abierto. Sus ojos cayeron en un versículo que decía: «¡No tenemos palabras para agradecer a Dios por el regalo de Su generoso amor!». Sus ojos se humedecieron cuando se imaginó a Jesús en la cruz, con los brazos abiertos, amándola mientras le daba el regalo de Su vida para pagar por su ingratitud y por todos sus demás pecados.
Al otro lado de la sala, Jacobito estaba sentado, mirando a Cristi, con su pulgar dentro de la boca. Ella lo miró y él formó una sonrisa sin dientes.
De repente, Cristi se sintió como la niña más rica del mundo.
—Gracias, Dios, por darme el mejor de todos los regalos, ¡tu Hijo, Jesús!
REBEKAH LOVE DORRIS
TEN UN CORAZÓN AGRADECIDO
VERSÍCULO CLAVE: 2 CORINTIOS 9:15
¡NO TENEMOS PALABRAS PARA AGRADECER A DIOS POR EL REGALO DE SU GENEROSO AMOR!
¿Te has enfocado tanto en lo que no tienes, que te olvidaste de todo lo que Dios sí te ha dado? Es fácil que comparemos lo que tenemos con lo que tienen nuestros amigos, pero eso no significa que esté bien hacerlo. Siempre es más satisfactorio contar tus bendiciones que escribir una lista de peticiones. Esta Navidad dale gracias a Dios por darte el mejor regalo de todos: el regalo de Jesús.
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