Diligente como un perro
“¿Memorizaste el versículo de hoy?”, preguntó Susana. “Esta es la última semana que podemos recitar los versículos para ganar premios”.
Fausto refunfuñó. “Odio memorizar. Es tan difícil”.
“No te olvides de alimentar a Oso”, le recordó la mamá mientras limpiaba la mesa. “Luego vayan a alistarse para ir a la iglesia”.
Cuando oyó su nombre, el perro tomó su plato con la boca y lo puso a los pies de Fausto.
“Espérame un rato, amiguito”. Fausto se levantó y fue a su habitación. Oso levantó su plato y siguió al niño, arrojándolo nuevamente a los pies de Fausto. “Dame un minuto”, le indicó Fausto. El pequeño tomó unos minutos para estudiar su versículo a medias. Luego regresó para ponerse sus zapatos. Una vez más, Oso arrojó su plato a los pies de Fausto, y este se rio. “No te rindes nunca, ¿verdad, Oso? Muy bien, te voy a dar de comer”.
En la iglesia, Fausto trató de decir su versículo, pero no podía recordar casi nada. “El premio probablemente sea un lápiz. No lo quiero, de todos modos”, pensó.
Pero el premio no era un lápiz. Era un paseo al zoológico, y Susana fue una de las ganadoras.
“No es justo”, gruñó Fausto mientras iban de regreso a la casa. “¡Susana siempre gana todo!”
“Susana se esforzó mucho para ganar ese concurso”, replicó su papá.
“Así es”, agregó la mamá. “Ella demostró la misma diligencia que tuvo Oso cuando quería su desayuno”.
“¿Qué es diligencia?”, preguntó Fausto.
“Es cuando perseveras en algo y te niegas a rendirte”, explicó mamá. “Como cuando Oso quiere su desayuno o cuando quiere jugar con la pelota, y te persigue hasta que lo consiga”.
“Él nunca se da por vencido”, señaló el papá, mirando a Fausto. “¿Por qué crees que es importante que no nos demos por vencidos?”
Fausto hizo una pausa. “Bueno, yo sé que no vas a decir que es por el premio”.
El padre sonrió. “Tienes razón. A pesar de que los premios son algo bueno, el verdadero gozo que obtenemos al esforzarnos y al dar lo mejor de nosotros es el mejor recordatorio de que servimos a Jesús en todo lo que hacemos y que Dios te está haciendo más parecido a Cristo”.
La mamá asintió. “No se trata tanto de lo que hagamos, sino de cómo Jesús trabaja diligentemente en nosotros. Él nos da la habilidad de trabajar diligentemente, para que podamos aprender más sobre Él y sobre cómo Él desea que sirvamos a los demás. Así como Oso sabía que pondrías comida en su plato, sabemos que Jesús utilizará nuestro trabajo diligente para Su gloria”.– LENORA MCWHORTEN
TRABAJA CON DILIGENCIA
VERSÍCULO CLAVE: ECLESIASTÉS 9:10 (NVI)
Y TODO LO QUE TE VENGA A LA MANO, HAZLO CON TODO EMPEÑO.
¿Te entregas con todo empeño en todo lo que haces? Recuerda que, si confías en Jesús, Él te creó para que hagas cosas maravillosas para Él. Por tanto, sé diligente en las tareas que Él te ha dado y haz tu mejor esfuerzo, sabiendo que Dios está obrando diligentemente en ti, para hacerte más como Jesús.
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