Dulce como la miel
La paz y tranquilidad que había arriba de repente fueron interrumpidas por voces acusadoras: “¡Eres una llorona!”, le dijo Guille a su hermana, Cloe.
“Ah, ¿sí? ¡Tú eres un soplón!”, contestó la niña.
“¡Guille! ¡Cloe! ¡Bajen ahora mismo!”, gritó su madre desde el piso de abajo, donde ella y la tía Susana estaban cocinando.
Dos niños con rostros enrojecidos entraron de mala gana a la cocina de la casa de sus tíos. Mamá los miró severamente. “Estoy muy decepcionada de ustedes. Saben que…”
En ese momento se oyó un portazo. Mamá, Cloe y Guille levantaron sus cabezas, olvidando el regaño. “¡Tío Mateo!”, gritó el niño. Él y su hermana salieron corriendo de la cocina para ir a saludar a su tío. Unos instantes después, todos entraron en la cocina. El tío cargaba un marco de madera rectangular, lleno de una cera en forma de hexágonos.
“Les traje una miel que recogí”, les comentó a los niños.
“¿Podemos probar un poco, mamá?”, preguntó Guille.
Ella dijo que sí con la cabeza. Cloe y su hermano se pararon cerca del tío Mateo.
“Presionen sus dedos en la cera”, les indicó su tío y luego demostró cómo se hacía. Un poco de cera se rompió donde puso el dedo y este quedó cubierto de miel pegajosa y dorada.
Cloe y Guille siguieron su ejemplo. El niño se lamió el dedo cubierto de miel. “Guau”, exclamó. “Es la miel más deliciosa que he probado. Y hemos comido mucha miel”.
Cloe probó la suya. “¡Qué rica!”
Su madre tuvo una idea. “¿Sabían que la Biblia menciona la miel?”
“¡Qué genial!”, afirmó Cloe. “¿Dónde?”
“Proverbios 16:24”, contestó la tía Susana. “Panal de miel son las palabras agradables, dulces al alma y salud para los huesos”.
El tío Mateo asintió. “La miel es deliciosa y es perfecta para sanar nuestros cuerpos. Las palabras son parecidas”.
“Debemos recordar el impacto que tienen las palabras”, explicó mamá mientras miraba a Guille y a Cloe. “Nuestras palabras deben mostrar a otros el amor de Jesús. Hay un versículo en los Salmos que dice que las palabras de Dios son dulces como miel. Su Palabra, la Biblia, nos habla la verdad y nos anima. Eso es lo que deben ser nuestras palabras dirigidas a otras personas, palabras que saben a miel, no palabras que hieren como el aguijón de la abeja”.
Guille y Cloe se miraron el uno al otro. “Perdóname por haberte dicho llorona”, expresó el niño.
“Perdóname por llamarte soplón”, respondió su hermana.
Ambos sonrieron y después fueron por otro bocado de miel. — JULIE POTTER
HABLA PALABRAS DICHAS CON AMOR
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 119:103 (NVI)
¡CUÁN DULCES SON A MI PALADAR TUS PALABRAS! ¡SON MÁS DULCES QUE LA MIEL A MI BOCA!
¿Las palabras que dices a los demás son dulces como miel? ¿O se parecen más a las abejas molestas en actitud de ataque? Es fácil que seamos hirientes o descuidados con nuestras palabras. Pero, como cristianos, lo que decimos debería apuntar a otros a Jesús, a Su bondad y Su amor. Pedir perdón, dar elogios sinceros y agradecer a otros son algunas maneras en que podemos usar nuestras palabras para el bien. ¿De qué otras maneras puedes compartir la dulzura de Dios con tus palabras?
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