Lentos para la ira
“¡Ay!”, gritó Emanuel. “¡Me hiciste tropezar!” El niño se aferró de su rodilla lastimada y se mecía de atrás para adelante.
“No te hice tropezar”, aseguró Danilo. “No estabas viendo por dónde ibas y te caíste con mi pie”.
La cara de Emanuel se puso roja de ira. “Tú sacaste el pie a propósito”.
“No es verdad”, recalcó Danilo. “¡Fue tu culpa!” Él también estaba enojado.
Emanuel se puso de pie, cerró los puños y se abalanzó hacia su hermano. Danilo se movió rápidamente a un lado, pero no antes que Emanuel se las arreglara para lanzar un golpe con su brazo. Danilo devolví el ataque, ¡y se armó la pelea!
El señor Moncayo, un vecino, había estado observando a los niños desde su jardín. “¡Chicos!”, los llamó mientras se acercaba corriendo. Estaba a punto de separarlos cuando oyeron unos fuertes ladridos y gruñidos en el jardín de la casa de en frente. Danilo y Emanuel dejaron de pelear y se voltearon para mirar en la dirección del ruido. Dos perros estaban gruñendo y tratando de morderse el uno al otro.
“¡El perro más pequeño terminará lastimado!”, exclamó Emanuel, caminando hacia ellos. Para su alivio, el dueño de los perros salió de la casa y los separó. “Me asusta cuando dos perros pelean”, expresó el niño.
“¡Bueno, a mí tampoco me gusta ver pelear a dos niños!”, aseguró el señor Moncayo. “Los dos se veían exactamente igual que esos perros”.
“¡Él empezó!”, dijo Emanuel.
“No, ¡tú empezaste!”, respondió Danilo.
“Cada uno dice que el otro empezó, pero ¿quién terminó la pelea?”, preguntó el señor Moncayo. Los niños bajaron la mirada. “Ninguno de ustedes lo hizo. Esos perros probablemente peleaban por algún hueso, y cuando ninguno de ellos cedió en lo que quería, comenzaron a atacarse. Las peleas entre las personas suelen comenzar así también, y cuando nadie está dispuesto a escuchar o admitir que se equivocó, alguien resultará herido. La Biblia nos dice que una persona iracunda hará cosas necias, pero que el autocontrol demuestra a los demás el amor de Jesús”. El señor Moncayo miró a ambos niños. “Entonces, ¿qué tal si conversamos para resolver los problemas, en lugar de usar nuestros puños?”
Emanuel y Danilo se miraron el uno al otro y asintieron, a pesar de que ambos todavía sentían que tenían una razón para estar enojados. – WANDA E. BRUNSTETTER
TRANQUILÍZATE Y RESUELVE LOS CONFLICTOS
VERSÍCULO CLAVE: SANTIAGO 1:19
QUE CADA UNO SEA PRONTO PARA OÍR, TARDO PARA HABLAR, TARDO PARA LA IRA.
¿Te enfadas con frecuencia? La Biblia dice que eso es algo necio y va en contra de la manera en que Jesús quiere que tratemos a otras personas. La próxima vez que te enojes y sientas que quieres golpear a alguien, ¡detente! Muestra el amor de Dios a esa persona al ejercer dominio propio y resolver los conflictos pacíficamente, en lugar de pelear.
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