Sin haberlo visto
“¡Mamá! ¡Mi brazo!”, gritó Alberto mientras entraba a tropezones en la cocina. “¡Está sangrando mucho! Me caí de la bicicleta y golpeé la ventana a un lado del garaje”.
Su madre tomó una toalla limpia y la presionó con fuerza en el corte del brazo de Alberto. “No se ve bien”, indicó. “Será mejor que vayamos ahora mismo a la sala de emergencias”.
Cuando llegaron al hospital, un médico examinó la herida y, casi de inmediato, dieron inicio a una transfusión de sangre.
“Perdiste mucha sangre, pero estarás bien”, aseguró el doctor Pesántez, mientras la sangre fluía al brazo de Alberto a través de un tubo. “Esta sangre salvará tu vida”.
Durante los días siguientes, Alberto pensó muchas veces en lo que había dicho el médico. “Me dieron la sangre de otra persona, y eso salvó mi vida”, le comentó un día a su mamá. “Me pregunto de quién era esa sangre. ¿El doctor Pesántez te lo dijo?”
“No”, contestó la madre. “Me gustaría saber. Quisiera darle las gracias a esa persona, pero la sangre que te dieron provino del banco de sangre. Qué raro saber que la sangre de alguien que nunca has visto salvó tu vida, ¿no?”
Alberto asintió. Entonces recordó el día que había ido a la iglesia con su amigo, Miguel. “Esto se parece a lo que estaba diciendo el pastor de Miguel”, pensó Alberto. “Jesús es el que nos salva”, había explicado el pastor. “Su sangre limpia nuestros pecados. Si no fuera por Jesús y Su muerte en la cruz, no tendríamos esperanza de vida eterna”.
“No entiendo”, le dijo Alberto a Miguel, después de la iglesia. “¿Cómo me puede ayudar la sangre de Jesús? Él vivió hace miles de años. ¡Nunca lo he visto!”
“Puedes creer sin verlo”, le había respondido Miguel. “Así es como yo creo”.
“¡Miguel tiene razón!”, aseguró Alberto en su mente. “Si la sangre de alguien que nunca he visto puede salvar mi vida aquí en la tierra, entonces, ¿por qué no podría alguien a quien nunca he visto darme vida eterna? Puedo creer en Jesús, aunque no lo haya visto”. Alberto meditó unos minutos más. “Voy a conversar nuevamente de esto con Miguel”, decidió. “Y también voy a contarle de esto a mamá”. – HARRY C. TROVER
CREE EN JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 20:29
DICHOSOS LOS QUE NO VIERON, Y SIN EMBARGO CREYERON.
¿Desearías poder ver a Jesús? Muchas personas sí lo vieron, no solo cuando vivió aquí en la tierra, antes de morir en la cruz, pero también después que resucitó de entre los muertos. Él está vivo hoy. A pesar de que no puedas verlo, puedes conocerlo, y Su sangre te limpiará de tus pecados. Confía en que Él te salvará y te dará vida eterna. (Si quieres saber más acerca de las Buenas Nuevas que Dios tiene para ti, presiona aquí).
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