Una recompensa injusta

Jonatán y Mabel corrieron a la casa vecina para mostrarle sus libretas de calificaciones a su abuela.

—¡Buen trabajo! —exclamó antes de dar a cada uno de sus nietos un chocolate.

—La abuela le dio a Mabel lo mismo que me dio a mí —se quejó Jonatán con su mamá cuando regresó a casa con su hermana—. ¡No es justo! Yo saqué mejores calificaciones que ella, así que debería haber recibido más.

—Eso es decisión de tu abuelita —contestó mamá—. Tal vez la recompensa era la misma porque ella los ama a ambos y sabe que hicieron su mejor esfuerzo.

Después de la cena, la madre horneó unas galletas. Cuando sacó la última bandeja del horno, Jonatán entró a la cocina para ver qué estaba cocinando.

—Si alguien quiere probar mis galletas, tiene que primero ayudarme a limpiar —indicó mamá, así que el niño comenzó a lavar tazones y utensilios. Cuando Mabel siguió su nariz hasta la cocina, unos minutos más tarde, su madre repitió el mensaje—. Si alguien quiere galletas, tiene que ayudar a limpiar la cocina.

No quedaba mucho por hacer, pero la niña se puso manos a la obra.

—¿Están listas las galletas? —preguntó papá unos minutos después, y mamá repitió el mensaje una vez más. El padre miró a su alrededor, pero ya habían lavado todo, incluso las bandejas de hornear, así que tomó una esponja y se puso a limpiar el mesón.

—Gracias por ayudarme —expresó mamá, y entregó dos galletas a cada uno.

—¿Dos para todos? —objetó Jonatán—. Mabel y papá no hicieron tanto trabajo como yo. ¿Por qué reciben la misma cantidad de galletas?

—Ellos respondieron cuando les dije que les daría galletas si ayudaban, al igual que tú —declaró mamá. Pero Jonatán seguía con mala cara.

—Es hora del devocional —señaló el padre unos momentos más tarde—. ¿Te gustaría leernos esta parábola en el evangelio de Mateo, hijo? —papá le entregó la Biblia a Jonatán.

Cuando el niño terminó de leer, el padre explicó:

—Su abuelita y su mamá les dio recompensas iguales hoy, no porque su trabajo haya sido igual, sino porque la bondad y generosidad de ellas son iguales. Dios también es así. A pesar de que ninguno de nosotros merece su bondad, a causa de nuestro pecado, Él nos ofrece el perdón a través de Jesús. Cuando ponemos nuestra fe en Jesús, Él nos da vida eterna y nos ayuda a servirlo según las habilidades y oportunidades que nos ha dado —papá sonrió a Jonatán—. ¿No te alegra que la gracia de Dios no sea justa?

NANCE E. KEYES

LA GRACIA DE DIOS ES GENEROSA

VERSÍCULO CLAVE: EFESIOS 2:8

PORQUE POR GRACIA USTEDES HAN SIDO SALVADOS POR MEDIO DE LA FE, Y ESTO NO PROCEDE DE USTEDES, SINO QUE ES DON DE DIOS.

¿Te molestas cuando piensas que mereces más que otros, pero ellos reciben lo mismo que tú? Puede que te ayude recordar que Dios nos ofrece un regalo que ninguno de nosotros merece. No hay nada que podamos hacer para ganar la vida eterna; Jesús la ganó para nosotros al morir por nuestros pecados, para así poder compartir Su recompensa con nosotros. La gracia de Dios no es justa, es generosa e inmerecida, y es mejor que cualquier recompensa que pudieras ganar por ti mismo.

Clave de Hoy
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