Una amistad rota
“¡No quiero ir a la escuela nunca más!”, anunció Susana al entrar por la puerta. La niña se arrojó en el sillón y cubrió su cara con un cojín. “Y nunca más volveré a hablar con Cristina”.
Su madre se acercó y se sentó con ella. “¿Tan mal están las cosas? Pero ‘nunca’ es muy extremo para dejar de hablar con tu mejor amiga”.
“¡Ya no es mi mejor amiga!”, exclamó Susana mientras acomodaba sus piernas. “Nunca la voy a perdonar”.
De repente, el pie de la niña se enredó con una de las patas de la mesa esquinera antigua de su abuela y esta terminó en el piso. Con un fuerte ruido, la pata de la mesa se partió en dos.
Susana se levantó de un salto y se quitó el cojín de la cara. Se quedó boquiabierta. “¡Lo siento mucho, mamá! Fue un accidente”.
Con un fuerte suspiro, su madre se arrodilló en silencio junto a la mesa para inspeccionar el daño. “No creo que podamos arreglarla”, dijo calmadamente. “Eso hora de echarla a la basura”.
Susana ahogó un grito y saltó del sillón. “¡Hemos tenido esa mesa toda la vida! Debe haber un modo de arreglarla”.
Mamá negó con la cabeza. “No estoy segura de que valga la pena el esfuerzo”.
“¡Al menos debes intentarlo!”, protestó la niña. “No puedes tirar así a la basura algo que amas…” De repente, notó que su madre sonreía.
“Tienes toda la razón, hijita”, afirmó mamá. “No tiramos así nomás a la basura algo que amamos… o las personas a las que amamos. Tu amistad con Cristina es mucho más valiosa que esta mesa y también vale la pena hacer el esfuerzo para repararla”.
Susana refunfuñó y tomó nuevamente el cojín. “¡Pero a veces es tan difícil perdonar!”
Su madre retiró la almohada de la cara de su hija. “No perdonamos porque sea fácil. Perdonamos porque Jesús nos ha perdonado tanto a nosotras”.
Susana frunció el ceño. “¡Pero Cristina ni siquiera está arrepentida!”
“Dios no envió a Su Hijo para morir por nosotros porque el mundo ya estaba arrepentido por sus pecados”, respondió mamá. “Y definitivamente no lo hizo porque fuera fácil. Lo hizo porque nos ama y quería una relación con nosotros”.
Susana suspiró. “Si Dios puede sacrificarlo todo para tener una relación conmigo, entonces supongo que puedo tratar de perdonar a Cristina… aunque sea difícil”. La niña sonrió a su madre. “Ahora, vamos a arreglar tu mesa”. — BETHANY DEN BOER
PERDONA PORQUE HAS SIDO PERDONADO
VERSÍCULO CLAVE: COLOSENSES 3:13
COMO CRISTO LOS PERDONÓ, ASÍ TAMBIÉN HÁGANLO USTEDES.
¿Has peleado alguna vez con un amigo? Quizá alguien te dijo algo cruel o desconsiderado. O, a lo mejor, quería jugar con otra persona. Las palabras o acciones desagradables nos duelen y pueden hacernos enojar, especialmente cuando provienen de alguien a quien amamos. Pero, si conoces a Jesús, Él te ha perdonado por todos tus pecados. Perdona a los demás, aun cuando sea difícil.
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