Tesoro a salvo
—A doce pasos de los granos, a la pared de lata vamos —Malena leyó la pista en voz alta mientras Sofía cargaba dos palitas de jardinería. Las hermanas se dirigieron juntas adonde su abuela guardaba los granos para encontrar la siguiente pista de su abuelo.
Esa mañana, el abuelo había sorprendido a las niñas con un juego: pistas que las guiarían a un tesoro. Él les entregó la primera pista después del desayuno y las chicas habían recorrido toda la granja en búsqueda de las pistas.
Finalmente, en un pequeño pedazo de madera, encontraron la última. ¡Era hora de cavar! Con brillo en sus ojos, Malena y Sofía cavaron en la tierra fresca y trataron de adivinar lo que el abuelo había escondido.
—¡El oro de unos piratas! —exclamó Malena.
—¡Ositos de peluche! —dijo Sofía.
Entonces desenterraron una caja de cartón. Malena le quitó la tapa para revelar otra nota que estaba cubierta de migajas. «Mis queridas nietas, este pastel era demasiado delicioso como para enterrarlo. Por favor, perdónenme por habérmelo comido. Con amor, su abuelo».
Sofía tiró enojada su palita al piso, pero Malena la consoló.
—Conoces bien al abuelo. No se comió el pastel, al menos no todo. Solo está bromeando.
De repente, oyeron la voz de su abuelo que los llamaba desde la puerta de la casa. Sofía se puso a correr y Malena la siguió. En la mesa del patio había un banquete: pastel de chocolate, leche y naranjas. Y el abuelo estaba ahí, riendo de su propia broma.
—¡Sabía que ibas a tener un tesoro para nosotras! —aseguró Malena—. Pero Sofía se enojó cuando vio la caja vacía.
El abuelo se levantó y abrazó fuertemente a Sofía.
—Solo estaba bromeando —declaró—. Pero también quería que esa caja fuera una ilustración para ustedes, una forma en la pudieran ver que los tesoros de esta vida nunca están a salvo. Cualquier cosa que valoremos aquí en la tierra se puede destruir o perder.
—¡O comer! —agregó Sofía.
El abuelo rio.
—Correcto. Pero debido a que confían en Jesús, su mayor tesoro ya no está aquí en la tierra. Está sano y salvo en el cielo, guardado por Dios mismo, y nadie se los puede quitar.
—¿Qué es ese tesoro? —preguntó Sofía—. ¿Rubíes?
—Es algo más precioso que las joyas. Dios mantiene a salvo nuestra salvación, la promesa de que nuestros pecados han sido perdonados y que pasaremos la eternidad con Él. Eres hija de Dios y nadie puede arrebatarte de la mano del Señor.
LISA NAGEL
LA SALVACIÓN NUNCA PUEDE PERDERSE
VERSÍCULO CLAVE: 1 PEDRO 1:4 (NTV)
TENEMOS UNA HERENCIA… QUE ESTÁ RESERVADA EN EL CIELO PARA USTEDES, PURA Y SIN MANCHA, QUE NO PUEDE CAMBIAR NI DETERIORARSE.
¿Alguna vez has valorado algo que se perdió, se dañó o alguien te lo quitó? ¿Una bicicleta? ¿Un muñeco de peluche favorito? ¿Quizá incluso tus buenas calificaciones? Las cosas que atesoramos en la tierra no perduran. Solo Dios permanece para siempre, y nosotros con Él si confiamos en Jesús y creemos en que Él murió y resucitó para salvarnos del pecado. El Señor promete a Sus hijos una herencia en el cielo que nunca se puede perder ni nadie te la puede quitar.
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