Tanto que decir

Marcela había pasado la mayor parte de la tarde enviando mensajes de texto a sus amigos, uno tras otro.

—¿Puedo escribirle algo rápido a Belén? —preguntó cuando su madre le dijo que se alistara para acostarse—. Quiero ver si está tan nerviosa como yo por las audiciones para la obra de teatro.

Mamá negó con la cabeza.

—Ya le escribiste hoy… y a muchos otros amigos también. Es hora de dormir.

—Está bien, pero ¿podría, por favor, tomar dos segundos para escribirle a Alina… solo para estar segura de que me guardará un asiento en el autobús mañana? —rogó Marcela.

—¡A dormir! —indicó su madre con firmeza, estirando el brazo para que la niña le entregara su tableta.

Marcela suspiró y le entregó la tableta, y enseguida fue a alistarse. Estaba trepándose en su cama cuando mamá apareció en la puerta.

—¿Quieres que te apague la luz? —preguntó su madre—. ¿Ya oraste?

—¡Oh, lo olvidé! —Marcela se sentó—. Realmente no tengo nada que decir, excepto pedirle a Dios que cuide de todos, y eso Él ya lo sabe.

Mamá se sentó a un lado de la mesa de su hija.

—Si te entregara tu tableta y te diera permiso para escribirle a Belén, ¿tendrías algo que decirle?

—¡Por supuesto que sí! ¿Puedo escribirle? —preguntó Marcela, entusiasmada.

—Los amigos se cuentan unos a otros sus intereses y sentimientos, ¿verdad? —preguntó mamá—. Comparten sus esperanzas, sueños y secretos. Hablan sobre qué hacen para divertirse y lo que les asusta.

—¡Sí! —afirmó Marcela, con la esperanza de recuperar su tableta—. Los amigos necesitan tiempo para conversar.

—Bueno, ¿y Jesús no es tu amigo? —preguntó mamá. La niña asintió—. Entonces, ¿por qué no tienes nada que decirle? ¿No crees que Él también desee escuchar lo que está pasando en tu vida? —ella besó la frente de su hija—. Piénsalo —sugirió, y después apagó la luz y se fue.

Marcela sí lo pensó. Sabía que su mamá tenía razón y decidió hablar con un amigo al que últimamente no le había prestado mucha atención. «Querido Jesús», comenzó, «gracias por amarme y por morir en la cruz por mis pecados». Después compartió algunos de sus temores y sueños con el Señor. «Cuando pienso en ti como mi amigo», siguió orando Maricela, «realmente tengo mucho que decir. Gracias por escucharme y por interesarte en mí. Buenas noches».

Nance E. Keyes

HABLA CON JESÚS

 VERSÍCULO CLAVE: Santiago 4:8

ACÉRQUENSE A DIOS, Y ÉL SE ACERCARÁ A USTEDES.

¿Te preguntas qué le vas a decir a Dios cuando ores? Piensa en todas las cosas que hablas con tus amigos. Esas son las mismas cosas que Jesús quiere escuchar. Él es el mejor amigo que podrías tener y quiere que lo incluyas en cada parte de tu vida. Conversa con Él con frecuencia sobre todas las cosas que compartirías con un amigo.

Clave de Hoy
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