Suciedad y lodo

—¡No puedo creer que casi sea Navidad y no haya Nieve! —Alana miró por la ventana del automóvil mientras iban a la iglesia y frunció el ceño—. No se siente como Navidad si no hay nieve —se quejó.

Por semanas el clima había estado por encima de los cero grados. En lugar de nieve había tormentas de lluvia y aguanieve que dejaban suciedad y lodo.

Cuando llegaron al estacionamiento de la iglesia, Alana saltó para salir del automóvil y aterrizó en un charco de lodo. Sus zapatos para la iglesia y sus medias estaban cubiertos de lodo.

—¡Ah! —exclamó—. ¡Está helado y estoy sucia!

—Vamos, hijita —le indicó su madre—. Corramos al baño para secarte antes de que empiece la iglesia.

Unos minutos más tarde, Alana estaba seca y abrigada, pero sus piernas todavía estaban manchadas de lodo y suciedad. Antes de que pudiera quejarse, su amiga Hortensia corrió emocionada hacia ella.

—¡Alana! ¿Viste lo que está pasando afuera? ¡Acaba de empezar a nevar!

Las dos niñas corrieron a la ventana y vieron unos pocos copitos que empezaban a caer. Alana rio de emoción y se olvidó de su ropa con lodo.

—¡Al fin! ¡He estado esperando por siglos!

Después de la iglesia, Alana corrió nuevamente a la ventana. El suelo estaba ya cubierto de una manta de nieve fresca y brillante. La madre se acercó y se paró detrás de su hija.

—Se ve precioso. ¿Por qué crees que la nieve fresca es tan emocionante?

—Bueno, ¡al fin cubrirá ese horrible lodo! —opinó Alana, mirando las manchas de sus piernas.

Mamá asintió.

—Y creo que así debió sentirse la primera Navidad.

—¿A qué te refieres? —preguntó Alana.

Mamá sonrió.

—Así como la suciedad y el lodo de afuera cubrieron hoy tu ropa, sin Jesús nuestros corazones se verían como ese lodo sucio, llenos de pecado. Pero así como esperaste que la nieve cubriera la suciedad, el mundo esperó y esperó con ilusión el Salvador que Dios había prometido. ¿Te imaginas lo emocionante que debe haber sido oír que Jesús al fin estaba aquí para hacer nuestros corazones tan blancos como esta nieve?

Alana se veía sorprendida.

—Guau, no me di cuenta de que el mundo tuvo que esperar tanto para que Jesús viniera —ella miró por la ventana—. Ahora la nieve me recuerda cuán especial es la Navidad.

BETHANY DEN BOER

JESÚS CUBRE NUESTROS PECADOS

VERSÍCULO CLAVE: ISAÍAS 1:18

AUNQUE SUS PECADOS SEAN COMO LA GRANA, COMO LA NIEVE SERÁN EMBLANQUECIDOS.

¿Alguna vez te sientes impaciente al esperar algo que realmente quieres? Tal vez estabas contando los días para que llegaran las vacaciones de Navidad o para abrir tus regalos en Nochebuena. ¿Cómo te sientes cuando ese día finalmente llega? El mundo esperó de la misma manera que viniera un Salvador. Esta Navidad, piensa en esa primera Navidad cuando el niño Jesús finalmente llegó y cuán emocionante es que Él haya venido para hacer que nuestros corazones sean blancos como la nieve.

Clave de Hoy
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