Quédate conmigo (Parte 2)
—Voy a salir a caminar —el anuncio que hizo Orlando cuando entró en la cocina llamó la atención de Meli. Todavía traía puesta su sudadera, pero estaba usando un bluyín, no un pantalón deportivo.
—¿Me acompañas?
Meli asintió y se puso de pie de un brinco, y en un minuto salieron por la puerta. A la niña le encantaba caminar por su vecindario en el centro de la ciudad. Le gustaban las casas pegadas y lo cerca que vivían de sus vecinos. Mientras caminaba en silencio con su hermano, las palabras que su madre le dijo un par de semanas atrás, cuando le contó que Orlando tenía depresión, hicieron eco en sus oídos. Ella miraba de reojo a su hermano y finalmente él preguntó:
—¿Por qué me miras así? —la niña pateó una piedra en lugar de responder—. Meli, ¿qué pasa?
Finalmente, ella miró a su hermano mayor.
—Es que no entiendo —empezó—. ¿Acaso Jesús no puede sanar a las personas? ¿Por qué no te sana a ti? ¿Vas a estar enfermo para siempre?
Esta vez fue Orlando el que pateó una piedra antes de contestar.
—Creo que Jesús puede sanarme y quitarme la depresión. No estoy seguro de por qué no lo hace ahora, pero sé que lo hará algún día.
—¿Algún día, como en unas semanas más?
—Tal vez —respondió Orlando—. Pero tal vez no. Es complicado. Jesús nos promete que, cuando confiamos en Él como nuestro Salvador, nos salvará de nuestros pecados para que podamos estar a Su lado para siempre. Pero no todo es perfecto… todavía. No será perfecto hasta que Jesús arregle todas las cosas cuando regrese.
—¿Qué hacemos hasta que eso pase? —preguntó Meli.
Orlando respiró profundamente.
—Tenemos esperanza. Sé con certeza que Dios es fiel y es incapaz de romper Sus promesas. Tener esperanza es tener confianza en Dios.
Meli miró fijamente a su hermano. Ese día estaba de buen humor, pero ¿seguiría igual mañana? Antes de que pudiera decir algo, Orlando continuó:
—Y cuando es difícil tener esperanza, me consuela saber que Jesús está conmigo y puede darme esperanza y paz.
Meli encontró otra piedra para patear, pero después miró a su hermano y le dijo:’
—¿Te ayudaría si te hago un dibujo de la esperanza de Jesús para tu puerta? Así será más fácil recordarlo.
Orlando sonrió.
—Me parece una idea maravillosa.
ZOE BRICKNER
APÉGATE A LA ESPERANZA
VERSÍCULO CLAVE: SALMO 42:5
¿POR QUÉ TE DESESPERAS, ALMA MÍA, Y POR QUÉ TE TURBAS DENTRO DE MÍ? ESPERA EN DIOS, PUES HE DE ALABARLO OTRA VEZ POR LA SALVACIÓN DE SU PRESENCIA.
¿Estás enfrentado dolor y dificultades en tu vida? Incluso en nuestro sufrimiento podemos tener paz porque sabemos que nuestra esperanza definitiva está en que Jesús hará nuevas todas las cosas. Él promete consolarnos y estar con nosotros en nuestro dolor, y un día restaurará nuestras mentes y cuerpos, ¡y hará desaparecer el dolor, la enfermedad y la muerte para siempre! Cada vez que atravieses por tiempos difíciles, recuerda la esperanza que tienes en Jesús.
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