Preguntas
Kahlil cerró el libro que estaba leyendo y suspiró.
—No te ves muy contento —le dijo su hermana, Anisa—. ¿En qué estás pensando?
El niño dudó.
—En Dios —admitió—. Me he preguntado si Dios realmente nos oye cuando oramos.
—¡Por supuesto que nos oye! —aseguró Anisa.
—Y mi maestra en la iglesia dice que Dios está en todos lados —continuó Kahlil—. ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Y cómo es que no tiene comienzo?
—¡No puedo creer que estés cuestionando a Dios! —exclamó Anisa—. Será mejor que no dejes que mamá o papá te escuchen decir esas cosas.
—¿Decir qué cosas? —preguntó su padre, quien entró a la sala y se sentó.
Kahlil empezó a pellizcar nerviosamente la esquina de su libro.
—Bueno, a veces no entiendo cosas acerca de Dios y lo que la Biblia dice sobre Él. Tengo muchas preguntas y Anisa piensa que eso está mal.
—No, no está mal —opinó papá—. Es perfectamente aceptable que tengas ese tipo de preguntas.
—¿En serio? —preguntó Anisa. Ella y Kahlil se miraron, sorprendidos.
Su padre asintió.
—Uno aprende al hacer preguntas. Por ejemplo, ayer hiciste macarrones con queso, ¿verdad? ¿Cómo aprendiste a hacerlo?
Anisa contestó en lugar de su hermano:
—Oí cómo él le hacía un montón de preguntas a mamá. Le preguntó cuánta agua usar y cuál debía ser la temperatura de la hornilla. Y preguntó cuánto tiempo tenía que hervir —ella se volvió a su hermano—. Has visto cómo mamá lo prepara un millón de veces, pero no sabías nada cuando trataste de hacerlo por ti mismo.
Kahlil le hizo una mueca a su hermana.
—Bueno, ¡pero ahora podría hacerlo!
Papá sonrió.
—Estoy seguro de que sí podrías. Hacer preguntas te ayudó a aprender qué hacer. Esa es una razón por la que Dios recibe de buena manera nuestras preguntas sinceras; Él sabe que nos ayudan a aprender.
—¿Quieres decir que Dios no está enojado? —preguntó Anisa.
El padre negó con la cabeza.
—El libro de los Salmos está lleno de preguntas difíciles que los escritores le hicieron a Dios. Sus preguntas les ayudaron a entender más acerca de Dios y por qué podían confiar en Él. Así que no tengas miedo de hacer preguntas difíciles. Ellas pueden fortalecer tu fe mientras aprendes más sobre quién es Dios y cómo Jesús vino a salvarte y promete que estará contigo en las dificultades de la vida —papá se puso de pie—. Tengo hambre. ¿Qué tal si le hacemos a Dios algunas preguntas juntos mientras comemos un plato de los macarrones con queso que prepara Kahlil?
SHERI SHAW
PREGUNTA Y APRENDE
VERSÍCULO CLAVE: JEREMÍAS 33:3
CLAMA A MÍ, Y YO TE RESPONDERÉ Y TE REVELARÉ COSAS GRANDES E INACCESIBLES, QUE TÚ NO CONOCES.
¿Cuáles son algunas cosas que no entiendes sobre Dios? No es malo hacer preguntas difíciles, estas pueden ayudarte a aprender y crecer en tu relación con Jesús. Pregúntales a tus padres, a tus maestros en la iglesia o a cualquier adulto cristiano con quien sientas que puedes hablar. Busca también respuestas en la Biblia y pídele a Dios que te ayude a entender mejor quién es Él y lo que ha hecho por ti.
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