Pásame las papitas
—Mami, ¿puedo tomar un poco de jugo? ¡Irma me hizo tener sed! Me dio papitas fritas.
Irma sonrió a su hermanito menor.
—No tenías que comerlas, Cristian.
—Sí tenía que comerlas —aseguró el pequeño—. ¡Me hiciste tener ganas! Dijiste que estaban tan ricas y seguiste comiendo y comiendo. Por eso comí tantas, ¡y ahora tengo sed!
—Puedes tomar agua —contestó su madre. Ella sirvió agua en un vaso y se lo entregó a Cristian, y después estiró el brazo y tomó una papita del tazón que estaba frente a Irma—. ¿Sabían que los cristianos deberíamos ser como las papitas fritas? —preguntó, sosteniendo en alto la papita en su mano, antes de metérsela a la boca.
—¿Qué? ¡Qué absurdo! —Irma tomó otra papita del tazón y la examinó—. ¿Cómo puede parecerse una persona a una papita frita?
Cristian le mostró a su hermana mayor una sonrisa traviesa.
—Sin duda moriría de sed si comiera una papita frita de tu tamaño, Irma. ¡Sería gigante!
—Sí, así es —afirmó mamá—. ¡Probablemente tendrías que tomar todo un balde de agua! —ella le dio un golpecito cariñoso a su hijo—. Bueno, deberíamos ser exactamente como una papita frita… deberíamos hacer que las personas tengan sed de conocer a Jesús.
Irma frunció el ceño.
—¿Y cómo se supone que vamos a hacer eso? —preguntó antes de agarrar más papitas.
—Las papas fritas te producen sed porque son muy saladas, y Jesús llama a Sus seguidores la sal de la tierra —explicó su madre—. Si somos la sal, deberíamos hacer que la gente tenga sed del gozo, la paz y la esperanza que tenemos en Jesús.
—Pero todavía no entiendo cómo hacer que otros quieran eso —admitió Irma.
—Cristian dijo que le hiciste tener ganas de comer las papitas cuando le contaste que estaban tan ricas, ¿verdad? —comentó mamá—. También vio que seguías comiéndolas y que las disfrutabas.
—¡Creo que ya lo entiendo! —exclamó Irma—. Deberíamos contarles a nuestros amigos lo grandioso que es conocer a Jesús y dejar que vean lo felices que somos por tenerlo en nuestras vidas.
—Eso es —expresó la madre—. Jesús siempre está con nosotros para darnos gozo, paz y esperanza, aun en tiempos difíciles. Queremos hacer que las otras personas tengan sed y deseen lo que tenemos —mamá mordió otra papita y sonrió.
MARY L. DEMOTT
HAZ QUE LA GENTE TENGA SED DE CONOCER A JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: MATEO 5:13
USTEDES SON LA SAL DE LA TIERRA.
¿Eres un cristiano salado? ¿Tus amigos ven el gozo que Jesús trae a tu vida y que Él está contigo en todas las situaciones que vives? ¿Les has contado lo que el Señor ha hecho por ti? Cuando demuestras tu fe en Jesús cada día, a pesar de que tengas luchas y problemas, puede que tus amigos tengan sed de la paz y el consuelo que Él te da y quieran que el Señor esté también en sus vidas.
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