Panes y pescados
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María entró corriendo en la cocina, con lágrimas en sus mejillas.
—¡Soy una bailarina terrible! —lloró—. Nunca seré una gran bailarina. Todas las demás niñas de la clase pueden hacer el grand jeté, pero yo no. Soy terrible. ¡Voy a renunciar!
Su madre puso una tapa en la olla de la sopa que estaba hirviendo a fuego lento.
—Pero te encanta el ballet y la próxima semana te vas a presentar en la celebración de Navidad de la iglesia.
—Ya no —declaró María—. Créeme, nadie quiere verme danzar. Es probable que yo arruine toda la presentación.
Mamá giró y se puso frente a la estufa, y sacó la tapa de la olla.
—¿Ves este estofado de verduras? Lo llevaré mañana a la iglesia para el almuerzo semanal que damos a las personas sin hogar —la madre negó con la cabeza—. El problema de las personas sin hogar realmente me molesta. Quisiera alimentar a todos los que no tienen un hogar en la ciudad. ¿Crees que este estofado pueda lograrlo?
—Para nada —opinó María—. Es una olla grande, pero no es tan grande.
Mamá levantó la olla y caminó hacia el lavaplatos.
—¿No puedo alimentar a todos? ¡Entonces me rindo! —ella inclinó la olla encima del lavaplatos.
—¡Detente, mamá! —exclamó María—. Nadie espera que alimentes a todos.
La madre sonrió y puso la olla nuevamente en la estufa.
—Así es. Este estofado es como mis cinco panes y dos pescados.
María dio un vistazo al estofado.
—Pensé que era de papas y zanahoria.
Mamá rio.
—Cuando Jesús alimentó a los cinco mil, usó el almuerzo de un niño: cinco panes y dos peces. Cuando me veo a mí misma en esa historia, no soy Jesús. ¡Yo no hago milagros! Más bien, soy el niño. Solo tengo cosas pequeñas para ofrecerlas a Jesús, pero Él puede usarlas para hacer algo grande.
María levantó la mirada.
—¿Como mi danza?
—¿Qué crees tú?
—Bueno, sí me encanta el ballet —admitió María—. He amado la danza desde que era pequeña.
—Dios te dio ese amor por la danza —señaló su madre—. Es un regalo que le puedes ofrecer de vuelta a Él.
María sonrió.
—Está bien, seguiré perseverando. Aun si nunca llego a ser una bailarina famosa, todavía puedo usar mi danza para glorificar a Dios —la niña dio piruetas alrededor de la mesa de la cocina y le dio un beso a su mamá en la mejilla—. ¡Voy a confiar en que Jesús puede usar mis panes y pescados para hacer que la celebración de Navidad sea memorable!
JENNIFER DILLARD
TUS DONES SON SUFICIENTES PARA DIOS
VERSÍCULO CLAVE: JUAN 6:11 (NTV)
JESÚS TOMÓ LOS PANES, DIO GRACIAS A DIOS Y LOS DISTRIBUYÓ ENTRE LA GENTE. DESPUÉS HIZO LO MISMO CON LOS PESCADOS.
¿Alguna vez has sentido que tus dones no son lo suficientemente buenos? ¿Quisieras hacer cosas grandes, pero sientes que tus talentos son demasiado pequeños? Recuerda que Dios nos dio a cada uno de nosotros los dones que necesitamos para ayudarlo a traer Su Reino a la tierra. Confía en que el Señor te guiará para que uses tus dones en Sus propósitos, porque sabes que son lo suficientemente buenos para Él.
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