Nunca eres demasiado pequeño
“Eso fue divertido”, opinó Natalia cuando regresó a la cabaña de su familia después del programa para niños durante el retiro para familias. Le fue bien en los juegos de memoria sobre la Biblia y también aprendió muchas cosas nuevas. Empezó a contarles sobre eso a su mamá y a su papá, pero la voz de su hermano mayor la opacó.
“¡El orador para los adolescentes es genial!”, exclamó Marcos. “Nos desafió para que le demos a Dios una porción del dinero que ganamos. Cuando volvamos a casa, la décima parte de todo el dinero que gane se irá de regreso a Dios”.
Natalia vio que sus padres estaban complacidos. Una vez más abrió su boca para hablar, pero esta vez su hermana mayor, que estaba en la universidad, habló primero.
“Después de oír lo que compartieron los misioneros, me pregunto si Dios quiere que Lo sirva en otro país”, comentó Sandra. “Tengo que orar y meditar en eso. Cuando regrese a la universidad, me cambiaré de carrera”. La madre y el padre abrazaron fuertemente a la joven.
Natalia salió en silencio de la cabaña y caminó a la orilla del lago. Su anuncio ya no le parecía tan importante. Se sentó en un tronco y empezó a lanzar piedritas al agua.
“¡Hola!”, le saludó una voz. “¿Por qué tan melancólica?”
La niña se volteó y vio al señor Diéguez, el director del programa infantil, que se acercaba. Él escuchó compasivamente mientras Natalia le contaba sobre sus hermanos. “Yo también quisiera hacer algo por Jesús”, aseguró, “pero soy demasiado pequeña”.
El señor Diéguez negó con la cabeza. “Creo que estás haciendo exactamente lo que Jesús quiere que hagas en este instante: estás aprendiendo sobre Él y Su gran amor por ti. Y sé que puedes encontrar también maneras de servirlo, quizá invitando a tus amigas a la iglesia o ayudando a tu mamá en casa o acercándote a los niños que necesitan una amiga en la escuela. Nunca eres demasiado pequeña para servir a Jesús. Me vienen a la mente muchos niños en la Biblia que sirvieron a Dios”.
“¿Como la niña que servía a Naamán?”, preguntó Natalia. “Recuerdo esa historia. ¿Y Miriam? Ella cuidó a Moisés cuando él era un bebé. ¡Y Samuel oyó cómo Dios lo llamaba en el templo!”
El señor Diéguez hizo un gesto afirmativo. “Me doy cuenta de que has estado estudiando la Palabra de Dios”, dijo con una sonrisa. — RAELENE E. PHILLIPS
PUEDES SERVIR A JESÚS
VERSÍCULO CLAVE: 1 SAMUEL 3:10
ENTONCES VINO EL SEÑOR Y SE DETUVO, Y LLAMÓ COMO EN LAS OTRAS OCASIONES: «¡SAMUEL, SAMUEL!». Y SAMUEL RESPONDIÓ: «HABLA, QUE TU SIERVO ESCUCHA».
¿Sientes que eres demasiado pequeño para hacer algo por Jesús? No importa qué edad tengas, Dios puede usarte. Él ya te ha puesto en el lugar donde quiere que estés para que puedas aprender a confiar en Él y mostrar Su amor a otras personas. Busca las maneras de servirlo. ¿Puedes ayudar a barrer el patio de un vecino? ¿Ayudar a un hermanito menor con su tarea? ¿Orar por un amigo? No tienes que esperar a ser mayor para servir a Jesús.
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