Nuestro verdadero hogar
Samira tejía con lana roja en las hebras verticales del telar y después tensaba los nudos con el peine que su madre había traído de Afganistán. La niña había ayudado a su madre a hacer alfombras Kilim por años. A Samira le encantaba tejer lana roja, azul y marrón en patrones con forma de diamante. Las alfombras se vendían bien en el mercado artesanal y eso le hacía sentirse orgullosa de su trabajo. Pero ese día Samira tenía muchas cosas en su mente.
—Creo que no encajo aquí —le contó a su madre mientras tejía más lana con la bobina—. Tengo muchos amigos en la escuela, pero me siento diferente. ¿Por qué pasa eso? He vivido aquí toda mi vida. ¡Ni siquiera me acuerdo de Afganistán!
—Bueno, tienes razón… no somos de aquí —la madre de Samira envolvió la lana roja en las hebras de lana blanca—. Pero Afganistán tampoco es nuestro hogar. Somos cristianas y nuestro hogar es con Jesús. Él se hizo uno de nosotros y después murió por nuestros pecados; Él resucitó para que podamos tener un lugar en el Reino de Dios. Ese es nuestro hogar, más que cualquier otro país en el que hayamos nacido o donde vivamos. Nuestro verdadero hogar es el Reino de Dios. Pero, por ahora, debemos esperar en un mundo roto hasta que Jesús regrese para acabar con el pecado y la muerte, y hacer nuevas todas las cosas.
Samira dejó de tejer.
—¿Por qué no esperamos a Jesús en Afganistán?
Mamá dejó a un lado su peine y miró a su hija.
—Mientras esperamos por Jesús, nuestra tarea es compartir lo que sabemos acerca de Él con los demás. Tratamos de hacerlo en Afganistán, pero era muy peligroso. Aquí podemos leer la Biblia y adorar a Jesús sin preocuparnos de que nos metan a la cárcel o algo peor. Estoy tan agradecida de que Jesús nos haya traído a un lugar más seguro, y espero con ansias que llegue el día en que todo Su pueblo estará a salvo para siempre, junto al Señor. Mientras tanto, Jesús está con nosotros, sin importar dónde vivamos, porque le pertenecemos a Él.
Samira sonrió y miró su tejido.
—Me alegra ser de Afganistán —aseguró—. Estoy feliz de tejer bellas alfombras. Me alegra vivir aquí. ¡Pero lo que en verdad me llena de gozo es que soy cristiana, una hija de Dios!
BONNIE CARR
EL REINO DE DIOS ES NUESTRO HOGAR
VERSÍCULO CLAVE: FILIPENSES 3:20
NUESTRA CIUDADANÍA ESTÁ EN LOS CIELOS, DE DONDE TAMBIÉN ANSIOSAMENTE ESPERAMOS A UN SALVADOR, EL SEÑOR JESUCRISTO.
¿A veces sientes que no encajas en el lugar donde vives? Podría ser que te cambiaste de casa o en el mismo lugar que siempre has vivido. Como cristianos, sabemos que Jesús es Rey sobre todo el mundo, y que Él está con nosotros, sin importar dónde vivamos o lo que estemos viviendo. Somos una parte de un reino y una familia que perduran para siempre. Ahí es donde pertenecemos en verdad.
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