No te rasques

Jacobo puso la pelota de fútbol en la marca y se preparó para su tiro penalti. Era su parte favorita del entrenamiento de fútbol. Cuando el entrenador Juan tocó el silbato, el niño pateó y la pelota salió como un cohete a la esquina superior derecha de la portería.

—¡GOOOOL! —gritó.

Estaba a punto de chocar su mano con la del entrenador de camino a la fila, cuando de repente se detuvo y empezó a rascarse furiosamente su brazo.

—¿Qué pasa, Jacobo? —le preguntó el entrenador—. Déjame ver.

—Estos granitos no dejan de picarme —se quejó el niño—. La semana pasada me picó una hiedra venenosa.

—No te rasques —le indicó el entrenador Juan.

—¡No puedo evitarlo! —exclamó Jacobo—. Tengo que rascarme. ¡Se siente tan bien! —estaba a punto de rascarse más, pero se detuvo a ver que su entrenador había levantado una ceja.

—Quizá se sienta bien por el momento, pero solo estás empeorando el sarpullido. Mira cómo se está poniendo rojo —señaló el entrenador—. ¿Sabes, Jacobo? Esto me hace acuerdo del sermón que mi pastor compartió la semana pasada en la iglesia. Tu sarpullido se parece mucho al pecado.

—¿O sea que es pecado rascarse? —preguntó Jacobo.

El entrenador Juan rio.

—No, no es un pecado rascarse. Lo que quiero decir es que nuestra naturaleza pecaminosa muchas veces nos hace tener ganas de hacer el mal, como tus ronchas hacen que te den ganas de rascarlas. ¿Qué pasó en el partido del sábado anterior, cuando ese niño te hizo caer después que bloqueaste su gol?

—Fui a empujarlo desde atrás, pero me detuve y me alejé —contestó Jacobo.

El entrenador asintió.

—Desquitarte te hubiera hecho sentir por dos segundos, pero ¿y después?

—Me hubieran expulsado —Jacobo miró a su entrenador—. Me alegra no haberme rascado la comezón por desquitarme.

El entrenador sonrió.

—Nuestros impulsos pecaminosos nunca se irán por completo hasta que lleguemos al cielo, pero, debido a que confiamos en Jesús, no tenemos que ceder a ellos. El Señor nos ha dado el Espíritu Santo, que vive dentro de nosotros y nos da el poder de seguir los deseos que Dios pone en nuestros corazones, deseos de amarlo a Él y a quienes nos rodean. No tenemos que rascarnos cuando sentimos la comezón por hacer lo malo y, aun si lo hacemos, Jesús promete perdonarnos.

—Está bien —expresó Jacobo—. No me rascaré la comezón, ¡ya sea por el pecado o por la hiedra venenosa!

Robert A. Gutiérrez

DILE NO AL PECADO

 VERSÍCULO CLAVE: Romanos 8:12 (NTV)

AMADOS HERMANOS, NO ESTÁN OBLIGADOS A HACER LO QUE SU NATURALEZA PECAMINOSA LOS INCITA A HACER.

¿A veces te dan ganas de hacer cosas malas? Aun si eres cristiano, todavía sentirás las ganas de pecar. Pero ¿sabes una cosa? No tienes que ceder a esas tentaciones porque Jesús nos liberó del poder del pecado cuando murió y resucitó de la tumba. Al confiar en Él como nuestro Salvador, tenemos la bendición de experimentar Su infinito perdón y vivir en libertad porque sabemos que el Señor nos da el poder para decirle no al pecado.

Clave de Hoy
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